Es una gran puerta falsa. De madera reseca y gastada. Engalanada con remaches metálicos, desvalidos por la tiranía del uso.
Encalada. De un color blanco con una pizca de añil disuelto.
Es una puerta falsa siempre abierta: uno de sus batientes es de libre acceso.
Abierta para todo el que se atreva a entrar sin preguntar. Sabiendo que se puede entrar el otro lado. Y ser partícipe y creador de un universo ilimitado.
Es el portal de los niños. De los padres que los buscan. Y terminan por quedarse.
Todo aquel que atraviesa su umbral es bien recibido.
Es el lugar para cualquier forma de expresión.
Tu presencia aumenta la riqueza de este dinámico espacio.
Este espacio interior lleno de alegría, donde ocurren la maravilla.
Libre de trabas.
Paseando por la infancia, aquí podrás encontrarte.
Jugar por doquier, soñar y hasta, quizá, enamorarte.
Encuentra la puerta falsa, puerta vieja y chirriante.
En el gruñir de sus goznes, yace el tiempo desafiante.
Más, el tiempo desaparece, cuando vives el instante.
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