- Mira. Dijiste.
Es tan grande. Lo recuerdo. Justo en el centro del cuerpo. Este órgano de tan compleja anatomía.
A veces, se aloja en lugares remotos. La discontinuidad es un mera apariencia. Poderosas fuerzas invisibles crean su unidad.
Esta es la verdad. De habitar. Y de ser habitado.
Fluir en la más cálida corriente.
Cuando tu sonrisa no se enciende, hay una parte de la curva de mis labios que no se tensa.
Hay momentos que no transcurren, ni suceden, cuando tú te paras. Pues yo también me detengo. No tengo prisa. Me amoldo a tu ritmo para acompañarte.
Ahora, si, empezamos el nuevo año. Un año de esos que se cuentan de diferentes maneras en la historia.
Aunque el tiempo siga sin existir, no por ello se deja insistentemente de medir.
Eones, en un instante.
Emigran ,las palabras, hacia las regiones cálidas de la existencia. Vuelan en busca del calor de su luz.
A por las cosas bien hechas. ¿verdad?
Conforme siento el avance, me invade la sensación de que cada vez hay menos cosas que comprender.
Quizás, sea que ensayo pensamientos de prestado. Ni me encajan. Ni me sirven.
¡Y qué más da!
Se aflojan los miedos. Caen como hojas secas, junto a los porqués.
Respiro. Muy hondo.
Veo esas pupilas que se dilatan, tenuemente, de manera casi imperceptible, al calor de un aliento cercano.
Sólo al vivir se encuentran las respuestas. Y las preguntas.
Late. El instante. La anatomía de una víscera para el último simbólico.
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