viernes, 1 de enero de 2016

Con las manos

Con un no se qué de ligereza, me gusta trasladarme a esa dimensión inconmensurable en la que la mente posibilita, discierne y discrimina dónde está el límite que sujeta las cosas.
En anular del pensamiento lo que nos aprieta y no nos pertenece, en adquirir la conciencia de ello, para poder ir eliminando escamas de prejuicios, reside la grandeza de lo pequeño.
Llega un momento en que sientes la ligereza de no tener pertenencias. De no pertenecer a nadie ni a nada. De no desear más que lo justo.
Entonces, se siente una sonrisilla traviesa en el pecho.
¡Que bien que me resulta lo extraño!
¡Que rico sabe lo nuevo!
Y entiendes que por fin has encontrado el rico tesoro del mapa misterioso.
Y la emoción de saber que hay más.
Sin prisas: no hay tiempo.
Sin ánimo de acumular, cuando sabes que no hay espacio.
Todo es moldeable.
Para eso tenemos las manos.

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