jueves, 30 de agosto de 2018

Superposición de estratos de tiempo en un misma geometría

Cerca del mediodía, la mañana se hace bastante cálida, aunque una leve brisa recorre las sombras, delatando las primeras notas fragantes del otoño.

Tomamos la calle Libertad, de camino a la residencia de mayores donde vive mi madre.

Al llegar, nos dirigimos a la "sala de las miradas perdidas" que se encuentra a rebosar. En esta sala cualquier muestra de afecto, necesita su réplica.

La llamo así porque esta estancia está poblada de rostros de mirada perdida,  que parecen buscar  algo en un lugar indeterminado, quizás estén dentro de otra dimensión.

Saludamos con besos a nuestra madre y guiando su carrito, salimos al espacioso porche.

Nos ubicamos en la cara más fresca de la columnata, donde se nota más la brisa.

Al lado, se sienten  dos mujeres conversar. Como lo hacen en un tono elevado, no podemos evitar oír lo que hablan.

Una de las mujeres dice:

- Por la noche no consigo rezar,  pues me quedo dormida

La otra, le contesta:


- Es mejor es no rezar tanto y tener buen genio.

Al escuchar lo del "buen genio" me he transportado a la infancia y al "mal genio" (entre otros) de mi padre.

Ahora, en casa, miro en el diccionario de la RAE el significado de genio. Y dice lo siguiente:

genio
Del lat. genius.

1. m. Índole o condición según la cual obra alguien comúnmente. Es de genio apacible.
2. m. Disposición ocasional del ánimo por la cual este se manifiesta alegre, áspero o desabrido.

Y me parece que ciertamente es buena cosa obrar con buen genio.
Quizás los rezos se pierden como un eco que se disipa en los rincones más perdidos del espacio.

Últimamente voy mucho a visitar a mi madre  y observo, escuchando múltiples conversaciones, que me gusta mucho recuperar expresiones y palabras con la afección de mi tierra, me parece que ese lenguaje es mucho más rico en matices que el  que utilizo ahora.

Poco se habla y se escribe de la vejez, la cara menos amable y , quizás, menos "glamurosa" de la vida.

Es el sueño intermitente, recurrente y profundo, que  llena cada vez más el espacio y el tiempo, ensayo minucioso y general para el que será sueño eterno.

Decía mi abuela Mariana que qué feo es hacerse viejo.

No se refería precisamente a la "fealdad" física, más bien hacía referencia a las enfermedades y limitaciones que con la vejez, a veces, se sufren.

Envejecer semeja una continua  renuncia  de  todo lo que antes había en plenitud y abundancia, sobre todo cuando la juventud campaba a sus anchas en el mundo de la belleza.

Sí, esta etapa de la vida parece una obligada, continuada y acelerada renuncia respecto de todo lo que antes hubo en exuberancia, a la espera de la muerte.

Parece espera en los aledaños del sueño y sueño en los momentos brillantes impregnados de sentimiento y autenticidad.

Pero, por fortuna, en el ánimo de muchos mayores, ante la adversidad se encuentra la semilla siempre fresca de la superación, de saber que se puede escapar uno en un abrazo, en una canción cargada de una nebulosa de recuerdos, en una conversación sobre tiempos remotos, esa parte del yo que pugna por permanecer en una mente cada vez más difusa. En un cuerpo y una mente donde se superponen todos los recuerdos, a veces la mente se nubla y se trastoca el orden (o se difumina y se borra) y donde escribir cosas nuevas es parecido a reducir el espacio a su mínima expresión.

Ella, mi madre, se aferra con tal fuerza a mi mano que a veces llega incluso a hacerme daño, En su rostro, a veces, se encuentra  una expresión como de extrañamiento, de no entender nada; otras veces se encuentra distraída ejecutando alguno de sus involuntarios bucles. Yo intento evadirme, no quiero pensar, porque pensar me conduce a la cara menos amable de toda la situación y la única manera de no pensar es sentir fluir la vida  mano a mano, como si ese gesto fuese la manera de ponerse a salvo de toda esa locura.

Muchos mundos dentro de este mundo,  los que nunca te imaginas que vas a recorrer. Y a los que de manera inevitable terminas llegando.

Este mundo que se abrió ante nosotros hace ya más de dos años, el de la tercera edad o el de la etapa final (para quien llega) de la vida humana, está lleno de muchas pérdidas y limitaciones, pero también de situaciones surrealistas que provocan mucha risa.

Son los besos, las caricias y los abrazos, especialmente cuando no hay palabras para comunicarse o se ha perdido gran parte de la memoria en este último avatar.
Y además, siempre hay alguna palabra cargada de humor o de intención amorosa que no hace falta comprender, pues sus fonemas son solo el medio de transporte de una intencionada emoción que siempre llega.

¿Qué importancia tiene que no recuerdes mi nombre si tomas mi mano y se enciende tu alegría?
O te vas tranquilizando sólo por estar conmigo, con nosotros, si un día te encuentras muy nerviosa y revuelta.
No se si me conoces o me recuerdas, y poco importa, pues se que te hace feliz estar en nuestra compañía.

Quizás lo único importante sea la buena compañía y el buen genio en esta vida.








viernes, 24 de agosto de 2018

Y los sueños te transportan donde jamás alcanza ni alcanzará el pensamiento. Aunque no los recordemos, los sueños son pura vida.

Cada sueño es un maravilloso viaje en el enigmático mundo de la mente.


¡Felices sueños!

jueves, 23 de agosto de 2018

Veo, veo


Cada vidente ve lo que sabe.

Si no existen arquetipos junguianos, cada vidente ve lo que su cultura le ha enseñado.

Umberto Eco



lunes, 20 de agosto de 2018

Orden

“El orden que imagina nuestra mente es como una red, o una escalera, que se construye para llegar hasta algo. Pero después hay que arrojar la escalera, porque se descubre que, aunque haya servido, carecía de sentido.”

Umberto Eco



Cuando me gusta algo,
me gusta sin medida.



sábado, 18 de agosto de 2018

Elucubrando

En el delirio de mi inconsciencia te convertí en el demiurgo de mi día a día.
Al volver a consciente, sólo encontré pájaros de barro que querían volar, pájaros de mirada extraviada como la de un rey solitario y loco.

Toda la inconsistencia que me sugería el mundo (que tomé erróneamente por irreal), se ha ido tornando poco a poco en algo denso y viscoso que me atrapa y paraliza.

Entre fragmentos de sueños rotos, encontré mi origen: un enorme corazón latiendo en armonía.

Y al sentirlo, entendí, que soy con él y formo parte de esa hermosa danza que lo hace crecer y expandirese.

Esto no es que yo lo crea, es que lo creamos muchos, más bien infinitud.

La densidad se hace porosa con cada latido.

El latido que resuena en mi pecho está impregnado del eco de cada uno de los latidos de los seres y de las cosas que me conmueven.

Por eso continuo.










miércoles, 15 de agosto de 2018

Sobre el color blanco

El blanco -que reúne todos los colores- pertenece al hombre. En la casa blanca, el mantel blanco, en la ropa tendida ante el sol, en el humo que asciende en espirales, en el trocito blanco y limpio que asoma en el cuello de los sacerdotes, en los signos blancos pintados sobre el asfalto de las carreteras, en la vela triangular llena de viento, en el blanco de los ojos ajeno al color verde, azul, negro, marrón de la pupila; en el blanco que nace entre los colores ocres en la pintura oscura y humilde de Zurbarán, donde surge como proveniente desde el fondo de las edades, o en el sayal almidonado con el que un día sin más te meten en un pijama de madera,llamado ataúd, para mandarte a la estratosfera. La paz es blanca, como la miga de pan.Y los dientes de los niños y de las chicas son blancos.

Luis Martínez Santa-María

sábado, 11 de agosto de 2018

Todos necesitamos una vía por la que escapar de los miedos y dudas que nos agobian y limitan tanto nuestro cuerpo como nuestra mente, para así poder continuar y mantener nuestra fortaleza.

Siempre hay un lugar donde refugiarse, sólo hay que dejar a la intuición que nos conduzca al mismo. Para entrar en ese lugar de eventual descanso, sólo hay que recordar la clave (que es lo único que hay en este mundo  inmutable y sin contrario).




martes, 7 de agosto de 2018

La niña-mujer

Esta tarde, como la mayoría de las tardes,  acuden las dos al parque.
La abuela acerca la silla de ruedas de su nieta a la zona de los columpios.
La nieta, quizás alimentada en su ánimo por el rato de diversión que sabe le espera, con un gran esfuerzo se pone de pie y salva los pasos que la acercan al asiento del columpio con mucha alegría.

Una vez se sube en el columpio la niña-mujer, su abuela se retira con la silla de ruedas a un banco cercano, que le permite observar a una distancia prudencial a su nieta.

La niña-mujer ahora pertenece al dominio del aire y del cielo. Se impulsa con una gran sonrisa que no se desdibuja en ningún momento de su rostro.

Recordando algo, frena por un instante; se detiene y saca de su pequeño bolso (que lleva colocado en bandolera) un teléfono móvil. Busca la función reproducción de música y a un volumen moderado comienza a sonar la primera canción. Guarda el móvil con la música puesta dentro de su  bolso y ,con más ímpetu si cabe, continua columpiándose a la vez que escucha y canta. Son canciones de verano y así, con los ojos cerrados, cantando y meciéndose al ritmo de la música pasa un rato infinito.
En ese rato de tarde, tarde de vuelo y canto, la niña-mujer olvida las muchas limitaciones a las que le obligan su mente y su  cuerpo. Esos momentos en el columpio, constituyen la grieta por la que se escapa su ser de su condición terrena.

Entonces, su cuerpo,  desafiando la gravedad con ayuda del columpio y explayándose en la música,  se torna liviano.
Entonces, y sólo entonces,  todo está bien volando casi a ras de suelo, bajo la atenta mirada de su abuela.







lunes, 6 de agosto de 2018