viernes, 30 de septiembre de 2016

A todas luces

Cierro los ojos entre tus brazos
En su dulce calidez se pierden los contornos de los cuerpos.
El recogido silencio evidencia que los latidos se sienten en cualquier  parte del alma.

La vida se resume al instante de sentir el dulce aleteo de tu corazón en un beso de mis labios. Es el hallazgo del punto de tangencia de tu ser en mi ser cuando se encuentran y unen.

Todas esas cosas que nos decimos mientras sentimos, esas otras que callamos cuando amamos, pues no hay palabras que las sujeten y definan,  son las luces que notamos con los ojos cerrados.

Al desterrar la imagen y el pensamiento se potencia la esencia de lo que realmente somos.

Y salgo de mi, con los ojos cerrados.
Y es en ti donde encuentro que se pierden las fronteras.
Y arde mi luz.
Y es en ti que muero de dicha.
Y luego renazco.
Y emprendo el vuelo.

Y si hay un después, quizás abriré de nuevo mis ojos al mundo.
Y, entonces,  caminaré con los pies descalzos con las luces del camino.



Tras el umbral

La ocasión llega y entras sin llaves.
Te envuelve la atracción de sus invisibles hilos.
Percibes aspectos de la realidad que sorprenden a la imaginación, tornándola ágil y resuelta.
La ocasión te transporta. Eres emoción y devoción.
Y en ti, no se sabe donde comienza la una y termina la otra.
De nuevo la vida, cara a cara, construyendo el destino con deliciosa improvisación.
Te descubres en tu desnudez.
Vuelve el cosquilleo de los hallazgos, de las primeras veces que ya pensabas extintas. ¡Son tantas!
Las fronteras entre ese tú y yo, que con palabras decimos, se diluye en un mutuo conocimiento floreciente.
El ser vibra hacia lo alto y la tristeza abandona el hogar.

jueves, 29 de septiembre de 2016

miércoles, 28 de septiembre de 2016

Cartesiano

Cualquier momento es divino
Donde tú eres es el motivo.

Y el lugar el adecuado
Cuando llega de tu mano.



Substantivo

Soy un sentir viajero, amigo
Que del amanecer despierta
Entre las mieles de tus brazos.

Ignoro el cuando
Y no encuentro el donde
De lo que permanece eterno.

Si alguna vez quisieres
Con palabras decirme
En tu silencio sabrás mi nombre.




martes, 27 de septiembre de 2016

Tu rostro mañana





Cada noche, al terminar su representación, antes de abandonar el alma de su personaje, dirige sus ojos vacíos de imágenes hacia la tierra con reverente solemnidad.

Después, inclina levemente la cabeza. Por un solo instante,  mira hacia el suelo y, entonces, se fija en un punto indeterminado. Así es como logra volver a su ser.

Volver.
Regresar desde ese vasta indeterminación en la que habitan las emociones y los estadios que definen lo humano.

Volver.
A la desnudez de su rostro sin máscara. A ese otro rostro que tampoco le pertenece. Esa extraña parte del cuerpo que no puede verse sino reflejada en las aguas cristalinas de la calma.

Reflejos, imágenes efímeras del transitar mundano. Esas dos pequeñas caras que se ven por duplicado en los ojos amados.

Ese rostro que se esconde entre las manos cuando está totalmente descompuesto por la triste soledad del llanto más amargo.

Aquel otro que busca consuelo apoyado en el hombro amigo.

El sonrosado rostro que descansa, ahíto de placer en la calidez del pecho amante.

El rostro que ríe tanto, con tanta explosión contenida de vida, que enrojece hasta no poder más, hasta llorar de la risa.

La cara de indescriptible plenitud que ve por primera vez a su hijo al llegar al mundo.

El rostro mira sin ver hacia el cielo del teatro, cegado por la luz de los focos e intuye esos otros rostros de rasgos indefinidos que con admiración le observan. Piensan, en un secreto a voces, que es sólo a cada uno de ellos a quien mira cada vez.

La función, termina. La máscara cada noche cae. Entonces, queda un rostro invisible, lleno de facetas,  proyecciones en las que conocerse a través del gran semblante del mundo.


Emerger


Y del vacío surge la presencia.
Y en la quietud de la presencia descansa el vacío.
Vida.
Muerte.
Unidad.

Diecinueve grados

Olor a tinta morada
Los rayos de sol en la cara
Caricias de luz en la piel
De perfume y de café.
Qué bonita es la mañana
Recién vestida de besos.



domingo, 25 de septiembre de 2016

Una sola no basta




Vivo mil vidas al refugio de tu abrazo de amables caracteres.

Código fuente

Con frecuencia se nos olvida que la vida es lo que tenemos en común.

Al mira hacia lo que llamamos "fuera" decimos "los otros". Y caemos en la tentación de compararnos.
Como si "los otros" no fuesen también la expresión del adentro.

Y el hecho es que no existen discontinuidades. Lo que separa, los que sentimos o percibimos como límites son las ideas dispares, el pensamiento.



Sentir común

Hoy no quería ser eremita.
Es de esos días en que me sobra todo el espacio y siento el frío de los rincones.

La soledad siempre es un buen refugio donde encontrar el silencio.
El silencio que propicia esos preciosos instantes de calma en los que surge la esencia.

Cuando era niña y encontraba la soledad del silencio, sólo necesitaba sentir crujir la tela del frunce de mi falda al hacer girar el talle y bailar con los pies descalzos para emprender el vuelo.

Hoy me preguntabas, hermana, que qué cosas hubiese cambiado de mi infancia. De mi infancia que es también la tuya, pues juntas la vivimos.
Quizás porque sabías lo que te iba a decir y que cambiaría las mismas cosas que tú. Ésas que nos dolieron tanto.
Pero tal y como fue, y sin saber bien como lo hemos conseguido, hemos aprendido a levantarnos una y mil veces. A construir besos y abrazos que inventamos, todos esos que no recibimos, a que broten flores de las cenizas de la crueldad.

Dices que no te planteas hacer nada trascendente. Como si para trascender hubiese que hacer algo específico y concreto. Como si no lo hiciese a cada instante con tu hálito, con tu hermosura con tu presencia divina.

Fue como fue.

Y con todo y con eso, supimos ser mejores.
Somos más grandes.
Es en nuestra cara oscura donde radica nuestra fortaleza.

Y aquí estamos. Y así somos, elementos sustentantes de la extraña vida esta.

Hoy no quería estar sola y, por eso, busqué tu compañía.









sábado, 24 de septiembre de 2016

Don't stop the music

Se labraban las notas
Al ritmo de tus manos descubriendo mi espalda
Entre mis dedos enredados en tu pelo
Y surcaban los ceñidos cuerpos
Dibujando bien prieto el movimiento.



Maraña de luz y color

El amor no conoce de realidades excluyentes, pues es adición, suma y crecimiento.

Es sentir la yuxtaposición pulsante de los colores de la luz, la deliciosa maraña que lo configura a cada instante.





Pluma y cálamo

Cada ser es una letra del alfabeto de la vida.

Cada hombre la palabra nueva, plena en su singularidad.

Y el mundo habla, a cada instante, desde los ecos que resuenan en lo que es y permanece.

Y la música suena en el alma del poeta.

Tuya es la pluma.

Para mi se hizo el cálamo.


viernes, 23 de septiembre de 2016

In principio erat

Nos perdemos
En la suavidad de las formas.
Con el ansia implacable de gustar el licor de la esencia sagrada.

Nos perdemos.
Para desaparecer en el mismo centro del otro en el cenit del éxtasis.
Las bocas abiertas bebiendo el néctar más dulce de los sedosos labios amados.
Los cuerpos enredados, anclados en un instante que se estira y expande.
Cada átomo del ser sintiendo el singular matiz de la deliciosa maraña de sensaciones que se convierten en la más perfecta sinfonía de la creación, expresando el sentir pleno, la alegría de vivir.

Nos encontramos.
En el umbral de la penumbra.
Exhaustos de placer y de dicha.
En las cálidas olas del inextinguible deseo.

Nos reconocemos.
En el incesante diálogo de los corazones unidos.
En las delicadas caricias piel sobre piel de sus latidos.
Traviesos, conversando en su particular lenguaje secreto.
Construyendo con más y más hilos el sutil tejido que los une.
Más allá de todo lo cognoscible.
Modificando el tiempo, anulando distancias, derribando límites.


In princio erat Verbum.
In principio erat Amor.

jueves, 22 de septiembre de 2016

A ras de cielo

Los trenes dejaron de ser máquinas de medir el tiempo. El tiempo de los encuentros impacientes y fugaces, de las incertidumbres y las penas, de los azares y los miedos.
Cesó el movimiento de balasto. Se detuvo la corriente de la pasión que se extingue, esa tinta que se agota en la escritura reiterada sobre los mismos férreos renglones, los que marcan los límites de una mente cerrada.

Dentro, se había hecho paso la luz. Se avivó la débil llama.
El corazón herido buscaba consuelo en la grandeza de los cielos. En atardeceres que se desangran derramando su belleza sobre los seres y los hombres, que queman lo viejo y gastado anunciando un nuevo día.

Allá desde lo alto, volvió el descubrimiento de lo sutil, la grandeza de respirar la calma, de bañarse en el praná que por doquier el sol regala.

Al abandonar la atalaya, ocurrió que el cielo descendió su horizonte.
Comenzó a ser de nuevo cielo, esta vez a ras de los pies cuando el cuerpo elevan.


He aprendido a volar
En esta tierra, camino
Tu mano en mi mano es el destino
Los pies descalzos con mimo
Acarician los senderos
Que fluyen guiando el alma.




miércoles, 21 de septiembre de 2016

Inconmensurable


Él, le dijo:

- Cuando me gusta algo, me gusta sin medida.

Ella, sólo acertó a sonreír y nada añadió a sus palabras.

Mientras le escuchaba, sentía la inmensidad de cálidas olas, emergiendo de su mar.



martes, 20 de septiembre de 2016

Natural tendencia




Donde tú ves un límite, yo veo una equis que tiende a infinito.



Y se supo libre y construyó universos

Censuraba el mundo su magna locura
Sin ver más allá de la triste figura.

Cabalgó en la hebra dorada del tiempo
Inventó su historia con muchos remiendos
De vidas leídas muy dentro del alma.
Trastocaba el orden por donde pasaba
Todas esas cosas que se imaginaba
Son tan arbitrarias como las que hallaba.
Tejía y tejía, todo lo enlazaba.

¿Dime quien recuerda a Alonso Quixano,
A éste y a otros de tal cual fulano
Y a todos aquellos que fueron cordura?


Sanchica Estrella

Fragmentos

Dolor es la incesante búsqueda de porqués donde sólo existen sentimientos.

El dolor es una falsa bifurcación en el recorrido que conduce siempre a un erróneo punto de partida del pensamiento, afanándose éste en conectar realidades que coexisten en dimensiones distintas.

Dolor es el desfase de un deseo deambulando en el limbo de la nada, es un llegar a destiempo a la función cuando se acaba.

El dolor son los afilados fragmentos de lo que ya no es, punzadas desafiantes al despegue del alma.

Más allá del dolor es sabiduría. Es el deleite, es la calma tras el éxtasis.

Y dentro del más allá es la nada.





El síndrome del transeúnte

El hombre de hoy no habita porque no tiene tiempo. Corre sin parar y para sin razón. Porque no para porque quiere sino porque espera. Y espera correr más. Es decir, que corre para parar y para para correr. Cuando no corre, vuela, o mejor es llevado en un vuelo, en volandas.
Corre y vuela, pero sobretodo no para de parar. Lo grave de todo esto, lo penoso, es que este tiempo que invierte, tiempo de correprisa y de parada impaciente, no es suyo, no lo posee. Lo ha cedido para llegar a tiempo. A su tiempo, porque supone que, cuando llegue, el tiempo será suyo lo recuperará.
Es una inversión. Y acerca de una inversión procede preguntar, ¿es rentable?. Porque, en tanto que llega, pierde el tiempo. O al menos cree perderlo y, porque lo cree, lo da por perdido y lo pierde.
El hecho, en todo caso, es que para ganar tiempo lo perdemos.
Y es el caso que pierdo el tiempo para no tardar, pierdo el tiempo para ahorrar tiempo.

Supongamos ahora que hacemos al revés. Vamos a invertir el proceso. No quiero llegar a todo trance: llegaré cuando llegue. Como Miguel Ángel: lo acabaré cuando lo termine. Más quiero tardar, y para tardar me pongo en camino a mi aire y con mis medios. Camino a pie, ni ruedo ni vuelo. Sólo camino y voy despacio. Despacio ¿os dais cuenta? Despacio es de espacio. He recuperado el espacio pero es que cuando doy espacio al espacio doy tiempo al tiempo. De -spacio es con -tiempo. Y ese espacio y ese tiempo de mi camino son míos. Porque, caminando despacio y con tiempo, pienso y percibo, me apercibo y ejercito, en una palabra: vivo. No se me derrama tiempo, ni una gota. Todo él es mío, es mi tiempo y mi tiempo va conmigo. en lugar de abreviarlo, perdiéndolo, lo dilato y dilatándolo lo gano. Mi hora viene a ser la hora cúbica de la que hablaba Unamuno, la que tiene, no sesenta, sino sesenta por sesenta por sesenta minutos cúbicos. Y cómo cunden los cuarenta y seis mil seiscientos cincuenta y seis mil millones de segundos de una hora cúbica.

Tardo. Pero el tiempo que invierto no lo vierto y derramo, sino que lo rentabilizo viviéndolo. ¿Qué hago menos cosas? claro que hago menos cosas pero las hago más a fondo y mejor. Lo que hago, aunque poco, lo hago realmente y, una vez hecho, está realmente hecho.
Porque en ese andar peripatético, desde Aristóteles sabemos que se piensa bien andando, mis entendederas entienden, mis sentires sienten y mis quereres quieren. Ando en estado de vigilia, alerta, ando despierto y ¿no es verdad que vivo más cuando ando despierto que cuando vuelo, no ya dormido, que dormir es una bendición, sino aletargado e ido?

El viandante saborea su tiempo y guarda el fruto de su tiempo porque anda el camino. al transeúnte el camino se le escapa, porque pasa de largo. Pasa sin saber. Pasa para llegar.
Transeúntes, e impíos, fueron el sacerdote y el levita de la parábola, sólo el buen samaritano era viandante y piadoso. Y sabio, el viandante sabe habitar. El transeúnte lo ignora.
El hombre actual padece el síndrome del transeúnte.
El hombre de hoy no habita porque no está donde está.


Joaquín Arnau Amo

lunes, 19 de septiembre de 2016

domingo, 18 de septiembre de 2016

Cantaré por ti

En la soledad de tu compañía,
Invisible a ti,
Comenzó.

Primero, como un leve susurro.
En ese ingrávido lugar silente,
La sombreada antesala de lo posible
ahí, justo, se empezó a forjar mi voz,
Que hoy quiere ser canto.



Dulce despertar

Despierto.
Abro los ojos y miro con extrañeza a mi alrededor. Intento reconocer lo que veo, el mundo.
Despierto.
Te siento muy dentro. Y sonrío.
Despertar, de buena mañana.
Beso con suavidad tus labios nuevos. Y sonríes.

Dormir un poco más entre tus brazos.

Caminamos, de la mano.
Los pies, con firmeza recorren las eras y estratos sobre los que se forja la historia.
Miro tus pies caminar conmigo, tan diferentes a los míos.
La luz nos acompaña en el sueño.

Volver. Despertar.
Recibir el sol de la mañana en la luz de tu sonrisa.





sábado, 17 de septiembre de 2016

Sala de espera

Abstraída en mis pensamientos, esperaba el momento de entrar. Era el último turno de la jornada. Como todas y cada una de las veces, lo aguardaba con ansia, con esa ambigua sensación de desear y temer.
Desear saber, desear sentir y el temor. El miedo latente de que pudiese haber sucedido algo inoportuno.
En esos diecinueve días, el tiempo se había convertido en una magmática y extraña cosa. Sentía mi cuerpo, como brotaba de él un amor máximo. Notaba su punzante y rara mezcla con un dolor contenido, el desgarro de una constante incertidumbre.

En esa espera, llegó ella.
La primera vez que me encontré con su rostro, transmitía una sensación de extrañamiento, de incredulidad. La mirada de sus ojos era como esos ojos que miran a un punto indeterminado, ojos miran sin ver en un acto reflejo de aparente normalidad.
Su expresión era de extremo cansancio, con las imperceptibles huellas que agotan los músculos de la cara en el parto. Sin embargo, ella irradiaba una serena belleza.
Intentaba, sin mucho éxito, sujetar su miedo y su llanto. Pero se le notaba y no podía.
No recuerdo quien de las dos comenzó a hablar primero a quien. En realidad, ¿qué importancia tiene?
Si ya habíamos estado largo rato hablando con nuestro corazón, en esos breves instantes.

Me atreví a preguntarle, qué con cuantas semanas había nacido su bebé, algo muy importante en estos casos.

Así es como nos conocimos esta bella persona y yo.

Le dije lo que sentía: que son niños muy especiales y muy fuertes y que todo iba a salir bien, como así fue.

Lo que más recuerdo es la expresión de sus hermosos ojos verdes. Y su emoción al poder ver, por fin, su preciosa hija.

En las situaciones límites de la existencia que se comparten de buen amor, se crean unos vínculos muy hermosos, fuera de toda convención.

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Mucho antes de lo esperado, hijo, viste la luz del mundo por vez primera.

La vida se expresa en ti a través de tu encanto único y tu divina esencia, amor.

Y desde el primer momento que supe que existías, era consciente de que no quería que la vida parase.

En esos tus primeros días, en las horas de la noche que yo no podía estar a tu lado, pasaba la madrugada desvelada y mirando incesantemente el reloj: una vez, otra vez,...una vez más. Prefería no dormir, estar alerta a despertarme con una fatal llamada. Es absurdo, lo sé, pero es así como pensaba.
Pensaba que si detrás del incesante tic tac del reloj, sólo había silencio, significaba que todo iba bien.

Pero ocurre que cuando observas sin descansar el cerebro el mecanismo que se supone mide el tiempo, comprendes que es una trampa, que debes salir de ahí, de él, del pensamiento del tiempo para que no te arrastre, para poder fluir y ser con la vida.

Cuando naciste, no pude cogerte entre mis brazos.
No sucedió ese momento como algo idílico, como el instante que imaginas con ilusión cuando estás embarazada.
Naciste fuerte, como eres.
Tampoco me permitieron ver tu cara.

Fue todo intenso, inesperado.

Al principio, me sentí aterida. Y después del parto desgarrada por el dolor físico y por otro más profundo: el de no poder cogerte, ni verte.
Sólo atisbé, durante unos instantes, a verte salir de mi vientre, cabeza abajo, enroscadito. Estabas de espaldas y pude ver tu abundante pelo negro. Pero enseguida te envolvieron en una manta térmica y te llevaron a la UCI de neonatos.

Yo me quedé allí, en la enorme sala, sin saber como reaccionar, con el sexo descubierto de recién parida, ante un grupo numeroso de fisgones residentes que querían ver un prematuro tan pequeñito y que ya se dispersaba.

Sentí rabia. Y soledad.

Una vez quedé en intimidad con la matrona, le pedí por favor que si no le importab, me pusiese anestesia (ahora así) para coser la barbaridad que acababan de hacerme.

Nadie hablaba. Ni un buen gesto. Todo muy aséptico, muy de quirófano, que era donde estábamos.
Yo veía sus ojos que me hablaban. Era como si debiera esperar lo peor.

A veces, soy muy fuerte y creo lo que a mi me parece. En realidad no es creencia, es sentimiento.

Y lo peor era la espera. Y el enorme vacío.

Se habla mucho del vacío. O se escribe. O será que a mi me llama la atención y lo leo. No el vacío, lo que se escribe respecto de él, claro.

Un vacío, pudiera ser un gran agujero metafórico que succiona con fruición un espacio y tiempo determinados, para poderlos hacer soportables. Pudiera... claro.

De ordinario, casi nada es como pensamos. Pero como necesitamos referentes, nos aferramos a lo que podemos. Primero, a la ley de la gravedad, que bien pronto de los brazos de los padres y de sus manos pasamos a ras suelo. Y algunos, con gran esfuerzo, nos convertimos en acróbatas.

Después, y en este orden, nos aferramos a las leyes de lo probable. Éstas otras son las más difíciles de soltar de la mente, pues nos enseñan el mundo en base a la comparación de una fenomenología que se repite.  Por extensión y tristemente a casi todo (del compararse, hablo).

Cuando eso, que es  poco probable nos ocurre a nosotros, nos asusta mucho.

Y si es algo que atenta contra las leyes de lo desconocido, la mente y el cuerpo se disocian y cada uno hace lo que puede por apurar el trago.
Y el trago termina pasando, justo ese cáliz que has de beber sin remedio.

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De hospital en hospital.
Volvía a casa del hospital de ver a mi madre, que estaba muy grave. En tren.

Entonces, el tiempo que se media de tren en tren.

Ese tiempo, ya no existe.

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Fueron  dos meses muy intensos y extraños, ésos que nos unieron y que vivimos en el hospital.










viernes, 16 de septiembre de 2016

Otoño




Eternidad es ver más allá del tiempo

Errado concepto

Y alguna vez, se dirá, que llamaban locura a la capacidad simultánea de ver y expresar distintas dimensiones del ser.

Si, llamaban locura a aquello que no encajaba en un reducido patrón inventado de nombre razón. A algo que, consideraban, no cabía en el estrecho traje del momento: la personalidad.

Y la llamaban locura, como si alguna vez hubiese alcanzado el éxito tan sólo una flecha que no hubiese estado tensada previamente hasta el límite de su rotura.

Pues, ¡bendita locura! que me aleja de todo eso que no quiero ser y de aquellos sitios en los que no deseo estar.
Bendita locura que enciende en mi las ganas de vida, de vida nueva.

Y llamaban locura a la chispa divina que renueva y cambia por doquiera que va el alma del mundo, en su perpetuo girar. Por un instante imperceptible, lo para, para después darle un impulso de aires nuevos.





jueves, 15 de septiembre de 2016

Post it

En un plano amarillo de 7,5 cm por 7,5 cm, yo te pedía coordenadas. Con las de un sólo punto me bastaba para encontrar el lugar.
A veces, dibujaba en ese pequeño espacio, un árbol, una columna, un pequeño paisaje imaginario.
Tú, me devolvías la coordenada y mi dibujo al que habías añadido tu dibujo.
Tus motivos solían ser áridas piedras, calaveritas y cruces.
Dibujas bien, pensaba. Quizás, incluso te lo decía, no lo recuerdo.
Más tarde te pregunté o soñé porqué dibujabas esas cosas.
Me contestaste que tú sólo terminabas el dibujo.
Claro. Justo ese y no otro dibujo.
Y así con el siguiente.
Más la muerte no es el final, ¿no?



Estructuras mentales

Y cuando ya no hay nada más,
Del envolvente vacío
Surgen las estructuras.


miércoles, 14 de septiembre de 2016

Los otros

Y esas cosas que notas, descubres y ves en los otros, también eres tú.
Sólo se siente, se nota y se ve lo que se lleva dentro.

Atención plena es el punto culmen de observación de la mente en el que desaparece todo juicio, respecto de ti mismo, respecto de los demás, respecto de aquello que ves.

Atender es el principio para alcanzar la unidad.



Transiciones a la que es uno

Si por ventura descubres la clave y eliges atravesar el umbral que conduce a mi hogar, ten presente que mutarás de ti en mi y yo mutaré de mi en ti.
Y tus notas serán permanencias, ecos invisibles en mi esencia.
Y, alguna vez, gastarás hermosas palabras anhelando la pasión, lo que ya no es, sin entender que esa conmoción que sintió en ti el universo se encuentra contigo, en el esplendor de tu espíritu.




Nothing is for ever

¡La cima del mundo que fue!
De mi pequeño mundo de cartón pluma. Un mundo construido de puntillas, a base de inocencia desencuentros y demasiado corazón. Nunca es demasiado, decía para mis adentros.

Y llegaste tú, viniste a formar parte de un mundo que dejó de ser mio y se convirtió en cosa de dos. Sí, de dos.

Habré pasado por aquí cientos de veces, es posible que incluso miles. Ésta, es la primera vez que lo hago contigo, en este acto simbólico de despedida.
Pues ahora sé que la cima, el techo del mundo se alcanza cada vez que una madre toma a su hijo en sus brazos y lo aúpa en su regazo como a un dios, es un dulce ascenso compartido.

En una de esas veces que subía estos peldaños lo noté. Fue tras rebasarlo,  iba con su deseo tirando de todo mi ser hacia donde él estaba.

Aún eres muy pequeño para comprender estas cosas, pero has de saber que el deseo es como una corriente cálida e invisible que se percibe y se nota por todo el cuerpo, esponjándolo, volviéndolo leve, haciendo pasar a la mente a otro plano de la realidad donde cada milímetro de la piel siente. Y cada sensación de cada milímetro de piel es, a su vez, distinta.

Pasaba todos los días por delante de él. Él, pretendía mantenerse a resguardo con el rostro sombreado y protegido por el ala de su sombrero.

Y notaba su deseo.Y cada día ascendía la escalinata a la vez que la ola de mi deseo inspirado en el suyo,  para después continuar mi camino y sentirme en la cima del mundo.
Cada día, representaba mi papel, me mostraba impasible, como si fuese una estatua que atravesase un desierto, sin que se pudiese notar en mi gesto alguno respecto de lo que sentía.

A veces es tal la intensidad del placer que proporciona una situación determinada, que parece ser innecesario el paso siguiente.
Lo que no sabía entonces, es que caminar hacia atrás, también  es una manera de vivir la  historia propia. Y así hube de andar mucho tiempo, a paso de cangrejo desde un lugar de encuentro hacia el abismo que conduce a la nada del ser.

La ocasión planeaba en el aire, mientras se colocaban las piezas del puzzle de la trama de la vida.

Y la ocasión llega. Inevitablemente.

Había sido un día fatal. De esos días que tu cuerpo no puede sostener su ánima y sólo pensaba en que llegase rápido el momento de esconderme debajo de las sábanas.

Al pasar por su delante, él me dijo que si quería que me recitase una poesía.
En un primer momento hice como que no escuché,  continué mi camino y avancé bastante. Más en contra de lo que yo misma hubiese esperado como reacción, giré, di media vuelta hasta llegar a donde estaba y le dije:
- Vamos, quiero oír esa poesía.

Así es como comenzamos a conversar.
Desde ese momento, compartimos muchos buenos momentos más, muy hermosos momentos.

Sin embargo, yo esperaba sin perder esperanza, escuchar alguna vez esa poesía de sus labios, esa que ya no será.

La única respuesta a la espera es la realidad, pues ésta siempre termina respondiendo a las omisiones y a los silencios. A veces, responde con furia y es muy despiadada.

Hoy, sobre este vacío que fue mi cima, quería despedirme contigo del lugar donde se empezó a forjar tu historia, hijo.

Aquí nos conocimos tu padre y yo.

Quizás no recuerdes todas estas cosas que hoy te cuento, pero si las tendrá presentes tu alma, pues el alma no sabe del olvido.








lunes, 12 de septiembre de 2016

Trilobites

Ocurrió.

Si es que ya no quiero sufrir más.

Es que no quiero un amor de remiendos y de sentimientos fósiles.

Entendí que todo este torrente de lágrimas, que parecía no tener fin, arrastraba de muy dentro todo aquello que no se había manifestado.

Era un sentir de un tiempo que ya no existía, que me parecía a mi que acontecía en este tiempo presente. En la mente, no existe el tiempo. Pero con el pensamiento nos desplazamos al pasado y al futuro con demasiada frecuencia, porque para eso es el pensamiento.

Al principio, lo sentía como una descarga eléctrica de efímera felicidad. Ésta se desvanecía al mismo ritmo con que dejaba de fijar mi mirada en el devenir del cielo.

Entonces, empecé a intuir que el sentido de la visión, quizás, no se encuentre en los ojos. Es decir ves con los ojos (en los ojos está el de la vista, claro), pero con ellos seleccionas, para poder ver de veras o visionar. La vista es como una proyección que te ayuda a conocer que es eso que tienes ahí dentro y que necesitas descifrar para avanzar. Piensas que ves lo de fuera, pero en el fondo es la misma cosa que tú, eso que ves.

Pues bien, esa incrustación que adoraba, es una especie rara de trilobites que me acompañaba, muy dentro de mis estratos, a todas partes. Casi en todo momento. Me había acostumbrado tanto a su compañía que creía que formaba parte de mi.
Ahí estaba: cada vez más momificado. Exento de vísceras con las que sentir pasiones y de vida (al menos animal) para manifestarla.

Había hecho un centro existencial de una adquisición arqueológica. Así andaba, en el paleozoico de mi ser. No sé porqué motivo pensaba yo que iba a devolverle al animal las ganas de vivir. Conmigo. (Si: esas cosas absurdas que a veces se piensan)
Cuando sabes que no, inevitablemente lloras.
Mares si es necesario, hasta dejar al descubierto la verdad.

La verdad es que me anclaba a lo que pensaba que me liberaba. Eso es: lo pensaba. Y no me permitía sentir, sentir en presente.

Lo que me llegaba, era un sentir con desfase, ficticio, condicional, primitivo.

Pienso demasiado. Y me lastra el pensamiento. Y me estanco. Y me muevo en las mismas irreales aguas una y otra vez.



Ahora: De cuando siento.

Respiro. Me abstraigo.

Ocurrió. El hartazgo. El empacho.

Me dije a mi misma  que para qué quería ser importante para ti. En realidad, qué necesidad hay de ser importante para nadie. El caso es que da igual.

Hálito de fuego fugaz en una brizna de barro. Ser. Aquí.
La ocasión pasó. Por fin lo acepto.


Es el momento de cuidar de mi misma como lo más importante.

Esa importancia deseada, la de serlo para otro, quizás fue sólo el leve resplandor de los dedos queriendo tocar el sol.

Nec pluribus impar.

Cuidarse para poder cuidar: de los hijos, de los hermanos y de los mayores.

Al aceptar, al soltar desaparece el sufrimiento.

Que artificios más raros construye la mente, para sujetarse un poco mientras cae y amortiguar el golpe. Aunque empiezo a sospechar que el ascenso y la caída son una invención más de parejas de contrarios para aprender la gravedad de la vida.

El golpe no es tal. Es impulso. Es cambio.

Sé que puede danzar en la delgada línea del trapecio, más que sin red.

En la verdadera vida no se piensa en la inevitable caída. La vida se vive, sin más.














domingo, 11 de septiembre de 2016

De alusiones a ilusiones

Olvidé las alusiones.

Cesaba de respirar
Y sentí que eras aliento.

Siento tu mano en mi mano.
Y tu deseo en mi vientre.
Llama que se hace incendio
En la fragua de mi pecho

El lugar donde se forjan
Las sencillas ilusiones
Ésas que todo lo cambian
Y que vibran por adentro.
Se hacen camino a obscuras
Alejadas de las dudas
Al construir el momento.

Puede ser que fueran viento
Más ahora son cimientos
De mi castillo dorado
Y se está empezando a elevar.




Pareja de baile

Caminábamos a la salida de la estación de tren, contentos de reencontrarnos después de varios días sin estar juntos.
Paramos un momento, de estas paradas espontáneas que requiere la conversación cuando se quiere subrayar algo. Así, parados, Marcos se me quedó mirando y me dijo:
- Mamá te noto distinta...
No medió tiempo a preguntarle que era eso que notaba distinto en mi, pues de inmediato añadió:
- Te veo feliz
Es la primera vez que me han dicho eso en la vida. Y es lo más hermoso, si cabe, viniendo de los labios de mi hijo.

Quizás la maravilla, el prodigio, que encierran dentro las emociones y los sentimientos, es que al liberarse, al soltarse, son indescriptibles con palabras, son irrepetibles enteramente. Por fortuna.

Después, continuamos caminando. Y añadió:

- Mamá. He estado pensando estos días y he decidido que quiero que aprendamos a pintar y a dibujar juntos. Con lápices, con rotuladores, con acuarelas, con todo lo que se nos ocurra.

Algunos momentos de la existencia son entrañables. Si, porque se quedan bien dentro de ahí, de las vísceras, de las entrañas.

Al llegar a casa, soltamos la maleta y los trastos y bailamos.

Era, también, la primera vez que bailamos en pareja.
Recordé, después, que siempre lo había hecho con él en mis brazos.

Llevaba demasiado tiempo sin bailar con él.
Sin compartir la vida juntos como un lugar amable.





Fotografía: Dina Belenko

sábado, 10 de septiembre de 2016

Vers le ciel

Se dedicó con devoción a conocer el cielo.
Desvelaba con amor, sus más íntimos deseos.

¡Qué una vida no basta!, decía.

Y, por eso, se hizo eterna.



Fotografía: Dina Belenko


Realidades transversales





Crucé al otro lado. Más no encontré a quien pensaba.
Y ahí estabas tú, sin comprender yo porqué.

Lleno de palabras justas y abrazos largos.
De reír pleno y lento besar.
Sublime en lo sutil y puro sentimiento.

Y, ahora, sé que después de ti no hay nada más.
Que no existe más lugar donde quedarse.


En canal

Amiga serena es la noche
En la quietud de mi casa
Entre hojas de mil voces
Y candiles que se inflaman.

Sutil fragancia del norte
Otoñea por la espalda
Haciéndose el mosto nuevo
Bruñido el cielo descansa
De luces azules y malvas
Que comienzan con el alba.

Reflejo de media luna
En pleno centro del alma.
Aromas de musgo fresco
Del bosque de la nostalgia.

No hay nada que se repita
Ni siquiera las palabras
Pues llenas están de intención
Que el buen corazón se guarda.

Un paseo recoleto
Enredada entre las sábanas
Sujetos son los renglones
Que desfilan ante mi cara.




Fotografía: Antonio Marín Segovia

jueves, 8 de septiembre de 2016

Imperfectas son mis lágrimas

Son mis imperfecciones lo que me hace estar íntimamente ligada a la cadena de la vida.
Lo que me hace plena, irrepetible y única.
Con dudas, con inseguridades. Con aciertos. Con fracasos...
¿Y qué se yo?
¿Y qué sabemos, al fin y al cabo?
Y que importancia tiene, cuando ya no quieres ser importante para nadie.

Me gusta ser como soy. Metida en un cuerpo qué siempre se me antojó algo así como un ente extraño. Y que con el devenir del tiempo aprecias como un inestimable tesoro para un viaje irrepetible.

Me gusta sentir el hilo invisible que todo lo hilvana y cose.
Y saber que soy una partícula que le da continuidad y sentido.

Me gustan esas manos que sin conocerme me acarician con amor. Toman mi mentón y me acarician notando mis ganas de cariño. Me gusta saber, por fin,  que es eso lo que inspiro.
Recibir abrazos meridionales cuando más falta me hacen. De quien menos te lo esperas.

Uno de los mayores placeres del mundo es la complicidad que te inspira alguien con quien te ríes a carcajadas al inventar otro mundo parodia de lo absurdo de la existencia, de la tontería que subyace lo convencional. Reírse a carcajadas, hasta no poder más.

No necesito espejos, pues comprendo que cualquier sitio amable es un buen lugar para aprender, para mirarse. Así, sobre la marcha. Así, justo ahora mismito.

Y cuando me voy de ti. No huyo. Nunca sentí que me persiguiese nadie de quien huir. Ni nada a lo que no haya sabido enfrentarme.

Sin menos. Sin más.
Soy yo quien dejo. Si me voy. Y no derramo ni una sola lágrima por los lugares a los que sé que no volveré.
¿Para qué?
¿Acaso son un consuelo los recuerdos si sólo existe el ahora?

Los recuerdos son sólo sentimientos en desfase. Un entretenimiento para el arte.

Son otros los no motivos por los que lloro.
Por ser mejor y porque erré. Es por eso, que a veces lloro. No. Es por eso por lo que más lloro.

Lloro por la belleza que desborda mi alma.
Al sentir éxtasis que ocupa todo el espacio de mi espíritu.

Y si te tú vas no lloro, no. Tampoco lloro.

Me gusta ver volar las preciosas alas hechas de viento. Esas que son tuyas tan grandes como tu ser.

¡Dejar que corran libres en el aire los deseos y los sentimientos!

Es la perfección una idea divina.

Y yo sólo soy una mujer.
Mortal.

Invencible en el agua. En ese mar de lágrimas que por ti no lloro.


Ya no hay color

Hubo un tiempo desde el que era posible sondear el océano, en el fondo de tu mirar profundo.
Tiempo que se escurrió, rompiéndose entre las olas.



Los niños son el mundo

Un buen día, los niños interiores abandonaron el adentro.
Se pusieron de acuerdo para tomar las soleadas calles en jovial paseo.
Dispersaron sus juegos y algarabía por doquiera que marchaban, dispuestos  a reinventar cada cosa a su camino, desde el potencial de su curiosidad insaciable.
Y así es como el mundo se convertía en un lugar más amable.
Un lugar más hermoso.
Un sitio mejor.



miércoles, 7 de septiembre de 2016

Debajo de la almohada

Anoche estaba acostada en la cama, boca abajo. En un momento dado, me encontré metiendo  las manos debajo de la almohada buscando algo. Era un gesto que recordaban las manos por si mismas sin haber sido procesado siquiera por el cerebro. Después de hacer el gesto instintivo, entendí lo que hacía: buscaba caramelos bajo la almohada,  caramelos Snipe de sabores de frutas. Pero ahí no había nada, claro.

Esos caramelos, y no otro dulce cualquiera,  eran los caramelos de mi niñez, ésos que dejaba mi padre debajo de la almohada en las escasas ocasiones que estaba en casa.
Trabaja fuera. Venía cuando podía.

Los caramelos eran "per se" un símbolo de muchas cosas, de realidades muy contradictorias. Esto, entonces, no alcanzaba a verlo de la manera que ahora lo entiendo. Por una parte, eran un símbolo de concurrida espera. Cuando se producía el deseado encuentro, éste se desarrollaba en el dormitorio, a oscuras, en mitad de un sueño infantil, a tientas, sin un recuerdo de besos. Era tacto y olor. Olor a él, mezclado con un olor acre del tabaco y el alcohol cuando impregnan la piel.
Después de él llegaba el puñado de caramelos deslizándose bajo la almohada, la dulzura, concentrada, envasada, esa que no se permitía como padre, a la que rehusó con sus continuas ausencias: las ausencias obligadas y las que él elegía.

A la mañana ya no estaba, se volvía a marchar de nuevo.
Sólo habíamos compartido la familia con él los escasos momentos de las comidas. Después se iba.
Siempre era igual, del trabajo a la juerga. De vuelta a casa de madrugada, al escaso descanso, con una tremenda borrachera.
Es curioso, en aquella etapa, bastaban unas escasos segundos para ejercer de padre. Y sin embargo no podría saber nadie más que él que es lo que rondaba su corazón.

La realidad es una cosa muy compleja y extraña.

Mi padre era un hombre muy lúcido, cuando estaba sobrio. Con un agudo sentido del humor.
Tenía virtudes que quedaban relegadas y ocultas por faceta menos amable.
Tenía un semblante terrible, que la vejez y nuestra madurez fue atenuando.

Cuando decíamos a los amigos del colegio o de la calle de venir a mi casa a jugar, preguntaban siempre que si estaba mi padre. Y si la respuesta era afirmativa no se atrevían a pasar, no lo hacían vaya. Nunca.

De alguna manera, quizás, les inspirábamos compasión a nuestros amigos.

De todo, de mi infancia, de la de mis hermanos, lo más grave de esta situación fueron los insultos a los que nos sometía continuamente. Daba igual lo que hicieras porque siempre parecía estar todo mal y cualquier cosa era la excusa perfecta para formar un drama y una bronca desmedida.

A medida que me iba haciendo mayor, consideraba con mucha frecuencia, si habría algo que yo pudiese hacer para que su comportamiento parase.
Dicen que el ser humano se acostumbra a todo. Y esta es una de las grandes mentiras que se dicen y se repiten como un mantra.
Ocurre que el ser humano sobrevive a las situaciones límite, peor que mejor, pero jamás se acostumbra al sinsentido y a la crueldad.

Aunque al hacerse abuelo cambió, en esos momentos de la niñez ni siquiera me planteaba la posibilidad remota de una caricia o un halago. Es más, acostumbraba a ponernos por ejemplo a otras personas que le parecían mejor que sus propios hijos para humillarnos.

Tan sólo deseas que los insultos paren.
Vives cada día con la vana esperanza de que así sea. Pero no.

Muchas veces me pregunto de donde aprendimos el cariño.
Mi madre es de otra forma. es una persona muy tranquila y pacífica. Ella estaba enferma en la cama casi siempre, supongo que era una reacción inconsciente de no saber que hacer con todo esto que ocurría. Se llevaba fatal con mi padre y discutían todo el rato. Bueno, en realidad no lo sé. El caso es que vivíamos un poco a nuestro aire. O un mucho.

¿Qué ocurre cuando te maltratan?

Ocurren muchas cosas terribles, pero de todas, la más compleja y difícil de resolver, es que andarás gran parte de tu camino, de tu vida, sin saber lo que es la confianza. Sin saber como es tu ser interior. Te identificas con esa persona asustadiza, insegura y miedosa en la que te has convertido si no has sido lo suficientemente fuerte. Hasta que comprendes que eso es sólo un traje a medida que te vas haciendo para adaptarte como puedes a las circunstancias: sobrevivir, claro.

Pero llega un momento que lo empiezas a comprender. Y te das cuenta de que si excavas bien el yacimiento arqueológico de tu historia personal, puedes desenterrar muchas cosas (en este caso útiles de saber) y desecharlas por fin.

Anoche no podía dormir. Buscaba con las palmas abiertas de las manos, sin pensar, caramelos Snipe y encontré mi soledad. En los muros de la niñez resonaban ecos de sentimientos que quedaron presos en su espesor.
Claro que no había caramelos.
Tampoco están ya esas manos que ponían caramelos porque, quizás, no sabían expresar de otra forma el amor.
Y lo mejor es que ya no hay ruido que hiera mis oídos de insultos: hay paz.

Hubo un tiempo en que al hablar de mi padre con mis más íntimos, decía que a pesar de que era así él, yo en un momento dado decidí quererlo. Y tomé la decisión de quererlo, decía. Como si la química que mueve las decisiones tuviese algo que ver con la lógica y el raciocinio.
No. No era una decisión. Es lo que siempre había sentido, pese a todo el dolor.

Ahora, sé, que esto no es cierto:  no funciona así esto del amor. Se manifiesta o no, pues el amor no conoce de realidades fraccionadas, ni de verdades excluyentes. Es o no es.

Así es que él es en mi, todo el rato. Desde que soy. Para él, para quien elije el corazón.

El corazón es un palacio de sólidos muros, que se elevan desafiantes hacía las nubes de tormenta, sus sillares son transparentes para quien sepa ver con los ojos del alma. Sus habitantes se cuentan por millares y puede hacerse tan grande como varias galaxias.

En su larga y dolorosísima agonía, lo sintió plenamente en su ser.
Es por lo que contra todo pronóstico no podía marcharse.
Decía: un poco más y lo repetía cada vez que salía de su estado de tránsito.
Entonces, sólo quería dar beso y abrazos.

Nunca es tarde para llegar a él, porque aunque pensamos que tenemos uno cada uno y que es algo propio el gran palacio transparente es único. Sus puestas están abiertas para quien quiera a él llegarse.

Por eso me gustan tanto estos versos de Rumi:

Ven, ven, quien quiera que seas:
Trotamundos, fiel, amante del amor: 
¿Qué importa?
Nuestro camino no es de desesperanza.
Ven, aun si has roto tus promesas
cientos de veces:
Vuelve, ven de nuevo, ven.


A mi me llega muy hondo y es uno de los poemas más hermoso.
















lunes, 5 de septiembre de 2016

Es en ti

Es en ti que el mundo se completa.
Y contigo es más grande el esplendor  de su belleza.

Fue conocer tu sonrisa y saber que este tránsito merece la alegría, la alegría de vivir.

El cielo es el hallazgo de mi alma con tu alma, cuando unidas de la mano, se elevan.

Y es en tu abrazo donde se cimientan las ganas.
Ganas de ser  impetuoso torrente, que corre en tropel hasta saciarse de calma.
Pues son tus brazos el puerto donde se arriba a la mar.



domingo, 4 de septiembre de 2016

Nadie es lo que parece



Si no conoces perfectamente tu fondo,
el miedo te terminará hundiendo.

Collage: Josef Koudelka

Prefiero el trapecio

 Y si la vida es un sueño, como dijo algún navegante atribulado, prefiero el trapecio 
para verlas venir en movimiento. 

Manolo García


sábado, 3 de septiembre de 2016

Chispitas de silencio

Y claro que lo sabes.
Todos los matices que nacen al sentirse bien hondo, no encuentran las palabras en las que poder expresarse.
Habitan en esas chispitas de silencio que se encienden con la risa de las almas.



En el centro de la albura

Sólo fueron unos instantes.
De repente descubrí algo en ti que no había yo apreciado antes jamás en nadie.

El mismo centro de tu masculinidad, el lugar de donde nace toda tu albura creativa. Es la plenitud, la sutileza, la delicadeza, la dulce suavidad ...aquello para lo que aún no hay ningún sustantivo que pudiera crear una imagen...

Eres blanco. Eres muy , muy blanco. De un blanco transparente, con un halo de platino.

A veces, me empeño en ver el terciopelo de tus ojos.
Sé bien como son, pero  quisiera volver a verlos...Y acariciarlos con mis labios.

Y sin embargo, ésto que no consigo explicarme,  de ti...es indescriptible, sutil y extraordinario.
Es como descubrir la fuente donde se nutre el arte. Es algo que me atrae sin poder evitarlo, irremediablemente.

No es una idealización.
Es cómo te  ve mi corazón.

Y es que sólo bastaron  unas décimas de segundo para sentir todo el magnetismo que emanas.
Yo estaba de paso, pero mis ojos se detuvieron en algo que habías escrito.

No recuerdo que era. Sí la sensación de que era como si lo hubiese elegido y escrito yo. O que estuviese ahí dentro de mi todo el rato.

En esa fracción de tiempo que no puede medirse, tan sólo sentirse como una vaga idea en la mente, cambia todo. Cambió todo.

Son esos chispeantes instantes de tránsito en los que se desmorona el artificio del tiempo y simplemente sientes vida. Y eres vida.

Con frecuencia se confunden vida y tiempo. Y no son la misma cosa. Ni por asomo.
No se tiene tiempo. Ni se gana. Ni se pierde. El tiempo se inventa, se crea para poder aprender esta dimensión en la que nos manejamos. No es muy diferente de cualquier otro mecanismo mental de los muchos que inventamos para comunicarnos.

Como invento es terrible: da mucho agobio cuando se lo piensa con las mismas leyes de la materia.

Hay aconteceres. Que se rememoran y celebran.
Con la noción tiempo se refuerzan los rituales y los símbolos.
La parte negativa ya se sabe cual es.
El tiempo es ese hacha de doble filo. La guadaña sólo tiene uno.

A mi me gusta hablar de intersecciones, de encuentros. No deja de ser otras invenciones, las de la geometría y la topología, pero me parece un lenguaje más cercano al de la creación.

Entonces, tras este andar peri patético, lo que quería expresar es que sin saber porqué mi atención se fijó en ti. Se prendió la primera chispita de vuelta a casa, de vuelta a la vida.

Y no sé si es casualidad pero desde entonces ha cambiado todo.
No sé porque entendí que tenía que cambiar.

Y no sé si es posible, pero yo es así como lo siento, que es a través de ti que he empezado a conocerme. Un poquito.

Conocer y conocerse.

¿Acaso existe algo más hermoso?

















Amigo que fue


Te abrí las puertas de mi casa y te agasajé con lo que tenís como a un buen hermano.
Hubo momentos en los que sentía que el mundo era más amable a tu lado. Y notaba que te agradaban mi fuerza y mi alegría. Me lo decían tus risas y el rubor de tu rostro.

Un día, decidí cambiar de rumbo, levantar mi tienda y marchar.
Más no hubo lugar para las despedidas.

Sólo se que me juzgaste.
Y que me encontraste culpable.
Culpable de querer ser yo.
Y de no necesitarte.

Ahora mismo, nada más puedo añadir, si no quieres escucharme, si se extinguió ese eco que fui alguna vez en tu vida.

Yo no se lo que es olvido. Y deseo que todo lo bueno sea siempre contigo.

¡Qué dios salve a sus hijos y cuide de mis hermanos!

La larga espera

En esas horas de tensa calma, de un miedo enorme contenido, se paró mi reloj de pulsera para siempre. Más, contra todo pronóstico lo sabía. sabía que continuarías adelante.
Y en esa eterna espera, mientras lentamente tomabas la mejor postura dentro de mi vientre para llegar a este mundo, sólo acertaba a construir para ti con mi mente, ignotos paisajes de belleza y amor.
Susurrarte silenciosas canciones, desde el fondo de mis entrañas, para que no sintieses mi miedo y jamás te contaminase el mío.
No era mi intención convencerte de que te quedases, no. Tú ya harías lo que tuvieses que hacer.
Sentía que, quizás y después de todo, los instantes en los que se es belleza y amor, en cualquiera de sus formas, sí, esos instantes grandes y luminosos, hacen merecer la pena el paso por la vida.

Somos preciosos seres.

Al confiar descubres que es posible vivir más allá del sufrimiento.
Vivir mucho más allá de lo que siempre se ha mostrado, de lo aparente.

No hay dos luces que sean iguales.

El caso es que el sol es una fuente de luz muy grande.

Pero aquí estamos, sí, alumbrando con luz propia el mundo.

+ = +

Conocíamos el peligro y, aún así, lo hicimos.

Parecía poco probable y lo convertimos en posible.

Todo. Nada. ¿Qué son?

Conceptos. Pares de opuestos para intentar comprender la gravedad de este complejo invento que es el mundo.

A veces, las más, no es necesario comprender.

Sientes.

Sabes.

Más es más.

Así es como el universo crece y se hace amable y hermoso.

More is more.

Gravity is not real.




viernes, 2 de septiembre de 2016

Nada espera quien todo da

Generoso en ti es sustantivo.
Generoso rotundo, pleno. Hasta traspasar la barrera de lo posible.
Sin pedir nada.
Darlo todo.
Generas esplendor a tu discreto paso.

Es el mayor privilegio sentirte a mi lado.




En tu pecho

Desnudas las almas.
En la entrega íntima de un momento sagrado.
En un abrazo que se construye desdibujando límites.
Sentir. Sentirte intensamente.
Sentir, tenues, los latidos que habitan en tu pecho, eclosionando sobre mi piel.
Sentir su dulzura, su caricia, su ahondar creciente, de tu pecho a mi pecho.
Notar la alegre respuesta de mi pecho al tuyo.
Dialogantes corazones.
Chispitas de peta zetas descolocando el espacio.
Alborotando los sentidos.
Los latidos se aceleran y mutan en onda, onda que crece en las aguas siempre nuevas del deseo.
Navegamos, aguas bravas, con una ternura exquisita mezcla de mil aromas.
Mis labios descubren el paraíso de tus ojos cerrados, entregados al placer.
Y coronan el borde de tus pestañas con un delicado beso.
Tus manos descienden despacio la curva de mi espalda, hasta llenarse de mi.
Los labios saborean la anatomía de los instantes, que impregnan el aire de vida y de risas el silencio.



¿Dónde morarás?

Y al sentir plenamente la gravedad de la tierra, volarás por fin.


jueves, 1 de septiembre de 2016

Si no notases el viento

El viento no se ha marchado
Ni se ha quedado dormido
Son las notas de su esencia
Las canciones del camino.

¡Viento es aire y no de olvido!

En su eco nos decimos
Mil secretos al oído
Que se esconden en el alma
Y se transportan, muy lejos.

El viento no se ha marchado
Ni el tiempo lo ha rubricado
Ni siquiera detenido

¡Qué el viento está en tu camino!
Atareado en tu espalda
Desentramando tus alas
¡Así te eleven muy alto!

El viento te está soñando
Divisando las alturas
Para llevar tu hermosura
Por donde quiera que vayas.




Fotografía: Roberto Melotti