jueves, 3 de febrero de 2022

A veces, se enciende

 Los vacíos existenciales se habían ido convirtiendo en los rincones de la casa que se quedan sin limpiar. Y esos rincones, cada vez, se hacían más grandes y extensos, pues procuraba estar el menor tiempo posible dentro de la casa, para así intentar ahuyentar la soledad. Demasiados recuerdos, pasando todo demasiado rápido, para mostrarme lo corta que es aquí la existencia .

Esta soledad mía se disipa un poquito, paso a paso, puntada a puntada, fórmula a formula, ecuación tras ecuación. 

Por fin me di cuenta que era adicta al pasado, como también admito serlo a las dulzainas. Entendí que él era la pieza más importante, que alimentaba esa adicción mía al pasado y por eso decidí sacarlo de mis pensamientos. Necesito vivir sin lastres, por eso cancelo una y otra vez pensamientos que no son constructivos o que me conduzcan a él. 

He comprendido que puedo vivir con cierta intensidad momentos del presente, momentos de verdadera vida, compartiendo sencillas experiencias con los otros, ésos que si están en este presente, que a cada instante se fragua y muta. 

Ayer reía a carcajadas como hacía años que no lo hacía. Me di cuenta (de lo mucho que hacía que no reía) porque mi hijo, sorprendido (y acostumbrado a mi tristeza) me preguntó que si me pasaba algo,  como me veía  reír tanto. Y era una risa adolescente, que surgió en la edad dorada de mi vida. Porque me sentía bien de poder ayudar a otros. Haciendo lo que sé. Siendo como soy. No era tan difícil. Es posible sólo de vuelta al presente, al eterno retorno, a la curiosidad nunca saciada. Hay salida, mirando dentro, en este cajón de sastre que soy. Levando anclas, con rumbo al mar de la calma. Siendo consciente a cada instante, que en cualquier momento esto se acaba. Por ello, busco hacer todo aquello que me da paz, que sintoniza con lo que realmente soy.

Tantas vidas dentro de una vida, para después el olvido. Pero también, después de todo, quizás nos espere la gloria de Dios, Él que es la única memoria posible al otro lado del río Aqueronte. 

Hoy he descubierto que hay una luz encendida de Esperanza. Quizás, no esté todo perdido. Quizás merezco otra oportunidad, que he de construir y construyo, paso a paso, puntada a puntada, verso a verso, pacientemente, como soy, como crezco.