miércoles, 24 de abril de 2024

 Muchas palabras para decir tan poco, para a tientas escarbar en la reseca tierra e intentar encontrar mis raíces. 



Confidencial

Sin pasión y sin entrega. Procuro desenvolverme en el vacío, este vacío que cada vez se hace más grande y en el que pongo menos cosas cada día. No es que haya tirado la toalla, es que la toalla, sencillamente, nunca existió.

Me he vuelto minimalista del sentir. Como siga así me voy a convertir en una escultura de sonrisa etrusca.
Hay demasiadas cosas para las que no tengo ni voy a tener respuesta. Por eso será que he aprendido a levantarme cada día aderezada con la única compañía de mis incógnitas. Como si no fuese el sino del ser humano convivir con ellas. Con las incógnitas, digo. Siempre superan a las respuestas.

Yo no me he propuesto volver a sentir. Quizás, lo que si decido libremente es amplificar las señales. Esas que noto dentro de mi y que a veces sacuden un poquito este pequeño mundo mío que he logrado construir.

Construyo sin saber nada. Sin palabras. Con un pensamiento fugaz que, a veces, se convierte en un fogonazo. O un fogonazo que me conduce a tu ser, sin remedio, una vez más, sin yo preverlo. Y me conformo con esa forma tan abstracta de ti, en la que reinan en soliloquio mis palabras, sin piel contra piel, sin estar, pero al mismo tiempo con la más plena presencia. 

Respirando hondo, modulo los instantes. Esos en los que te intuyo porque sí. Vuelves, sin moverte del sitio, para regalarme (de alguna manera) tu suavidad y ternura. Creo que, en realidad, tú nunca te has marchado de mi. Pese a mi inconstancia. Y mi poca fe. La poca que me dice que no voy a volver a confundirme y que soy la única responsable de mi destino.

Cómo explicar la vida sin ti, sin mi reloj y sin mi medida del espacio. 
Cómo decir que no sé ni como he logrado reconstruirme. Yo que hube de atravesar el centro del dolor y entregar una vida desnortada a cambio de coronar el reino de la soledad y del desapego. 
¿Sabes?, yo no tengo ni quiero lujos mundanos. Sé bien que puedo vivir sin verte, sin saber de ti, aunque a veces te confunda (por un instante) con otros avatares con lo que me cruzo en la vida. Ya que aunque parezca imposible, nunca se extinguió mi deseo.

Tú me inspiras. 
Siempre pensé que te encontrabas al otro lado del espejo, sin entender lo que realmente ocurre: tú me habitas. Juegas a ser tú en cada poro de mi piel. Dentro de mi, en una apariencia de "siempre", de continuidad en la variación. Puede que al instante siguiente de ser en mi dejes de serlo y que  sólo me acompañe la nada, porque en este juego sutil lo único cierto es que nunca se sabe.

Hoy sólo soy una superviviente. Y, ¿ cómo podría alguien ser otra cosa?

Después del estruendoso ruido y de mi caída , creo que los instantes de paz que acontecen en mi día a día, son la única forma de felicidad posible que hoy y ahora tiene mi alma.

Muchas palabras para decir tan poco, para a tientas escarbar en la reseca tierra e intentar encontrar mis raíces. 

Tú lo haces más sencillo y no utilizas ni una sola palabra para conmigo, sólo la sutil vibración de tu ser en mi ser, construyendo sensaciones que no necesitan pasar por el filtro del intelecto. 
¡Y que para mi se queden!

Rasgo uno a uno los velos de la realidad. Detrás del último sólo queda la niebla persistente de mi memoria en la que se va desdibujando con fruición mi propia experiencia de vida. Ahí se mezclan todos los tiempos, sin orden ni concierto, como si tú y yo hubiésemos ocurrido en un mismo instante que se prolonga más allá de la muerte.






viernes, 5 de enero de 2024

Recordar

Hoy recupero un fragmento de un escrito de hace años.

Ahí va...


El corazón es un palacio de sólidos muros, que se elevan desafiantes hacía las nubes de tormenta, sus sillares son transparentes para quien sepa ver con los ojos del alma. Sus habitantes se cuentan por millares y puede hacerse tan grande como varias galaxias.

Nunca es tarde para llegar a él, porque aunque pensamos que tenemos uno cada uno y que es algo propio el gran palacio transparente es único. Sus puertas están abiertas para quien quiera a él llegarse.

Y añado...

Al resguardo de sus muros nada malo puede pasarte. 

En él, no existen ni espacio ni tiempo, sólo el prana que emana de la gracia divina y que todo lo inunda.

Y con los ojos cerrados, a su resguardo, pudiera suceder que sientas el dulce aleteo, dentro de tu pecho de tu ángel de la guarda, ese protector que te conecta con las otras dimensiones del mundo.






 Recupero este fragmento de un texto que escribí hace años, que es de mi agrado:


Al borde del precipicio, te das cuenta que la única constante, que enlaza todo lo que hay en la vida, es el amor. Todo lo demás, lo creas o no, no son más que datos.




lunes, 1 de enero de 2024

Espacio afín

Con frecuencia,  las cosas llegan. No necesariamente allí donde hay deseo o deseos, sino donde hay verdadero amor.