Aprendo.
Suelto el pensar tirano, que me sujeta por la espalda.
El pensar que es pesar.
¡Ah, la gravedad!
Cuando el ser es tan leve.
Piensas que se rompe roto el corazón.
Y en gesto dramático, te auscultas el dolorido pecho.
Y no. No se ha roto. Nada.
Es un pedazo de cerebro arcaico que se desprende.
Y cae. Para siempre. Y se siente.
La gravedad.
Eso que cae, eso que dejas, no es amor.
El amor es.
Siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario