martes, 15 de junio de 2021

Semana 1

 Hoy me encuentro dormitando a cada rato, como lo hacen la gata Fénix y el perro Newton.

Así no puedo concentrarme en nada que no sea ejercer una labor doméstica. Estoy planteándome dejar de tomar los ansiolíticos para poder despejarme de esta modorra que me envuelve.

Aborrezco el calor, siempre lo he aborrecido porque me impide pensar con claridad. Aborrezco más aún el calor húmedo de los días nublados o con mucha calima, pues se pega todo a la piel sudorosa.

Ayer tenía cita con mi psiquiatra. Verifiqué (es la tercera vez que me atiende y al la de tres va la vencida) que no tengo ayuda alguna con ella. Me preguntó que qué tal estaba, le respondí que bien y me dijo que continuaba con el tratamiento y me formalizó una nueva cita para octubre. Para esto empleó aproximadamente dos minutos. Y en su caso no es porque tenga prisa debido a una gran agenda repleta de pacientes. Es porque ella es sucinta, supongo. Tengo que pedir sin más demora que me cambien de médico, no está la cosa para perder el tiempo con alguien que no me aporta nada.

Después estuve con Eloy, enfermero con el que hago terapia. Hablamos sobre muchas cosas que luego se convierten en herramientas útiles para gestionar mis emociones y mi ansiedad, sobre todo la muy puta ansiedad. En este sentido es fortuna poder charlar con él, es un profesional como la copa de un pino, de un pino chiquitito, vaya.

Estoy leyendo un libro de Juanjo Millás, se llama La vida a ratos. 

Se trata de una especie de diario, donde determinados días de la semana anota lo que el considera digno de ser anotado y me gusta: en los fragmentos también se encuentra la presencia del todo, por eso el libro aspira a ser novela.

Animada por su lectura (que aún no he concluido) se me ha ocurrido a mi hacer un experimento parecido que comienza con estas líneas de hoy.

Hoy me desperté de madrugada, estaba soñando con él. Era un sueño con tintes eróticos, de besos muy lentos y extraños, de la carne como protagonista en un amplio sentido.

Me he sorprendido porque no sé porqué pensaba que él ya estaba desalojado del subconsciente (del mío, vaya). Pues se ve que no. Y a nadie le amarga un dulce. 

Me costó volver a dormirme pero me daba igual no dormirme estaba tranquila y según mi sueño desahogada. En el sueño nada era más real que cuando volví a mi cuerpo.

Lo demás es un transcurrir de las horas empleadas en pequeñas cosas cotidianas.

Bueno, nada original se me ocurre. Así es que a más ver.






viernes, 11 de junio de 2021

 


A veces, los sentimientos de culpa del pasado llenan todo el espacio de la mente arruinando el presente, impidiendo disfrutar de nada. Esto debe de ser lo más parecido al infierno.




Elucubraciones sobre las horas muertas.

 A veces, los sentimientos de culpa del pasado llenan todo el espacio de la mente arruinando el presente, impidiendo disfrutar de nada. Esto debe de ser lo más parecido al infierno. Esto me decía a mi misma esta mañana.

Cuando el pensamiento se fija en la culpa, el día avanza denso y todo él se convierte en una larga espera, hasta que llega el sueño y la mente, por suerte, para. 

Hubo un tiempo sin objetivos en el que mi mayor deseo era que llegase la noche para irme a la cama a dormir. Allí, arropada hasta los ojos, por fin descansaba y mi cabeza mal dirigida, al desactivarse, dejaba de torturarme. Este tiempo que hubo, pasó dejando alguna que otra pena y nada de gloria, es el tiempo del que no tengo apenas recuerdos, el que se me escapó como agua entre las manos.

De ese tiempo, no tengo recuerdos de momentos brillantes, pero si evoco la sensación espantosa de esa etapa, la sensación  de que lo bueno que había en mi, se había volatilizado. 

Cuando por fin decido mirarme a los espejos, resulta que me entra pánico y al enfrentarme a alguno de ellos no me reconozco. El invierno vino a instalarse en mi una larga temporada .Vivía por inercia e intentando ir más allá por mi hijo: no me gustaría que me recordase como un ser sin pasión y sin alma.


No sé si algún día podré perdonar mis errores pasados que creo yo que son la causa de mi enfermedad.

No sé si algún día lograré alcanzar una paz duradera. Se bien que eso dependerá de mis acciones y de mi suerte.

Hoy he sentido por vez primera lo bien que sienta hacer las cosas bien, rectificar cuando aun estamos a tiempo, resolver una situación que de dejarla estar puede te lleve a un lío de tres pares de cojones.

Yo creo que maduramos cuando plenamente conscientes, nos sentimos responsables de nuestras acciones y de nuestro devenir, sin cargar  culpas a terceros e incluso a cuartos.

Somos un compendio de acciones y de como nos tomamos las circunstancias. No creo en el soy yo y mis circunstancias, a secas. Soy yo, consciente de mis acciones y yo en como me tomo y me adapto o no  a mis circunstancias.

Pero no he acudido a este lugar a filosofar, sino a desahogarme, como la mayoría de las veces.

Bueno, creo que ni siquiera el tormento dura eternamente, este cesa porque conseguimos apagar su combustión de alguna manera o por muerte natural.

Hasta aquí elucubraciones sobre las horas muertas.








martes, 8 de junio de 2021

Era él

 Es que era él.

Su porte elegante.

Su cara bonita.

Sus ojos de mar.

Su alma indómita.

Fue  a destiempo, mucho después de haber desaprovechado la ocasión.

En el momento que entendí, que estaba enamorada de él hasta la caña de los huesos,  fue como si saltase por los aires el tapón que ocultaba y sujetaba mis verdaderos sentimientos. Fue como si esa veladura que ocultaba la verdad se rasgara para siempre; entonces, el amor salía y me bullía a borbotones, como nunca antes otro amor fue en mi.

Y al entender esta verdad, todo mi universo establecido se desvanecía, y yo buscando mi libertad, labraba sin pretenderlo el camino hacia la soledad.

Era a destiempo y, sin embargo por un instante pensé que había una posibilidad de reciprocidad. Como no podía ser de otra manera me equivoqué. 

El salió de mi vida para siempre, dejó de contactarme y de responder a mis misivas.

Y yo me quedé sin llaves a las puertas del instante.

Después, poco a poco se ha ido desanclando de mi mente y por eso estoy siempre con la sensación de que me falta algo. Y en el fondo es que me falta, me falta mi dulce amor que una vez se detuvo en mi mirada.


 





La alegría de vivir

 ¿Cómo cuenta en una vida ese tiempo que se quedó exento de recuerdos?

De alguna manera tiene mucho peso su vacío.

Tantos momentos irrepetibles, delante de una hermosa ventana abierta al mundo, sin ver ni descubrir nada, sin sentir nada, sin aportar nada, sin tener fuerzas ni ganas siquiera para erosionar la superficie del instante.

Atendiendo sólo a lo más inmediato: establecer un mínimo orden en el hogar, limpiar, comer, dormir, así un día tras otro de encefalograma plano donde nada trascendió.

Viva, sí, actuando en el gran teatro de la vida, en el que mi lugar se ha visto relegado a un insignificante personaje secundario.

No busco el aplauso, ni el protagonismo. Necesito poco para ser feliz, con una sincera sonrisa sonrisa dibujada en el rostro amado me conformo.

Lo que quiero decir, es que no me salen las cuentas de los días vividos. Hay etapas, de ellas una en concreto, una etapa oscura de la que no tengo recuerdos ni capacidad de evocación de la misma, quizás porque mi cuerpo y mi mente iban literalmente a rastras de mi conciencia.

Días que fueron como una larga espera de un acontecimiento que jamás iba a suceder.

Sin embargo, algo tiraba de mi para poder continuar y no desaparecer para siempre en  uno de los pliegues de la ropa de mi cama. Em estos día perdí la capacidad para sentir y hacer muchas cosas (consecuencia de una medicación muy dura), pero no así la capacidad de amor, de sentirlo hasta lo más hondo de mis entrañas.

No quiero más páginas en blanco, si me vuelvo a perder en la espesura, preferiría la muerte.

Quería, probablemente decir que lo he pasado muy mal en ese universo vivido sin recuerdos, sólo tengo de esos años la sensación de angustia vital y desesperación, por no poder dar el ciento por cien de lo que soy.

Tenía muy poquito y así, poquito a poquito fui recuperando la alegría de vivir,