Mira allá en lo alto,
La sonrisa creciente de la luna,
Que a la luz del día se descubre.
Brillante en el rostro azul del cielo,
Despejado del velo de las nubes.
Haces de luz renacen,
Moldeando los cuerpos planos e inertes,
Emergiendo sensuales de la llovizna de niebla.
Recuperan su identidad perdida.
Dispersas nubes, estiradas.
Contornos anacrónicos de color azafrán,
Dispersándose en el medio del invierno.
Que no hay tarde que no pinten,
Las llamas de este incendio.
En este extenso llano yelmo,
De campos arados y abiertos.
Deleita en mi interior,
El palpitar de tu presencia.
Do quiera que voy,
Tú me acompañas.
Eres lo que mueve la existencia.
Disipas el miedo.
Las dudas callas.
Renazco con la fuerza de tu fuego.
Pequeña llama errante,
Que prende los instantes,
Que ríe,
Con la risa de la luna.
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