sábado, 22 de diciembre de 2018

martes, 18 de diciembre de 2018

sábado, 8 de diciembre de 2018

Carmelite Vespers


Despertar con la sensación de una honda tristeza, con la certeza ya de que eso que no quisieses que fuese cierto no ha sido un mal sueño.
Y se te hace breve, ese descanso ,que te aleja por unos momentos de la hora del  pensamiento.

Y sin ganas de nada, vuelves a poner los pies sobre tierra firme, esa tierra cuajada de estratos de sedimentos de realidad de todas esas cosas que un día fueron.
Y con la nausea existencial instalada en el estómago y la garganta intentas dar las gracias por todas las cosas buenas que te depara la vida. Y no te sale hacerlo, quizás porque no sabes, ni entiendes que todas esas cosas por las que olvidas dar las gracias en cualquier momento desaparecen. Respiras profundamente para intentar deshacer los nudos del tormento. Y por un breve y casi imperceptible instante se despeja el horror.
Y la mente, por un momento se evade hacia los momentos felices. Fuga hacia mañanas de humo y de risas, de música y de descubrir nuevos caminos en conexión con el cielo. 

Era que él me descubría nuevas canciones y yo al escucharlas era capaz de elevarme hacia lo más alto, tanto por la belleza de lo escuchado como por el hecho de que viniesen de su mano.





Y ahora entiendo que no puede olvidarse aquello que se graba a fuego en el alma, forma parte de nosotros y es como si siempre hubiese estado dentro, al margen del despótico tiempo.




Y es quizás por esas grandezas incrustadas en el alma que continuamos.

viernes, 7 de diciembre de 2018



Soy una nota errática en clave de sol.



A veces hay demasiado dolor como para detenerse e intentar digerir lo superfluo.

Qué la paz vuelva a mi espíritu en forma del más elevado de sus vuelos.



Ojalá que cese pronto este vagar en la oscuridad sin más guía que las letras de tu nombre.

Inflexionar en cada caída, apretar los dientes y continuar movidos por el amor que nos une y tiende sus complejas e intrincadas redes. Y para cada nuevo dolor, surge un nuevo antídoto forjado en el germen de la esperanza.
Siempre se puede más, porque el amor siempre crece y se expande.

Amor es poder.
Necesito este espacio de soledad para vencer el miedo.
A veces, me ahogo pensando que no tengo nada más que decir; entonces, me siento morir entre miles de motivos de un lenguaje único aún inexpresado.
Sólo espero que algún día mi mente se reconcilie del todo con mis manos.

Ni la más profunda oscuridad logra ocultar los delicados rasgos de tu belleza, amor.






Tu silencioso dolor desgarra mi alma.
Una vez más y a destiempo, las palabras acuden como vía de escape, aferrándome a ellas para no volver a caer en el abismo.

Y mi mente anhela, una y otra vez, ese lugar al que supo llevarme, en el que logré alcanzar lo más alto.
Confío en el poder de las palabras para volver a escucharle.

Mientras, el cielo sigue pintando sus indescifrables respuestas a cada instante.





martes, 27 de noviembre de 2018

Crescĕre

Para continuar creciendo  no basta con recrear una y otra vez los más preciados y preciosos recuerdos.
No se trata de que yo me auto-imponga la tarea de no recordar, es que el pozo de los recuerdos mágicos también se agota.
Se desdibujan las sensaciones pasadas y se van fusionando  los contornos difusos de la realidad que fue, con los parajes del ensueño. Un extraño continuo en el que se mezclan, unidos por el desengaño, los espacios y los tiempos.
No hay mayor contenedor de historias y de palabras que el silencio impuesto unilateralmente, al menos para la parte que es silenciada y que en plan suicida sigue escuchando sin rendirse para ver si puede dilucidar su voz por un instante.
La vida sigue desarrollándose y te sorprendes en un momento preguntándote que para qué, que no tiene ya sentido continuar aferrándose a un recuerdo.
En los momentos más bajos, de mucho pensamiento y poca acción, es cuando me han sucedido siempre los desengaños, ese tu sola te vas a dar cuenta que me decía a modo de advertencia mi madre cuando ya no era tan niña.
Nada es en mi vida como yo me había imaginado tiempo atrás y, al margen de la asimilación de la que soy capaz de los acontecimientos, creo que ha llegado el momento de crecer, de continuar creciendo en este proceso tan complejo que es la vida.

Quizás  el mar son sus ojos fuera sólo un oceánico pensamiento.
 Y claro, el mar no mira, no observa, quizás es tan sólo una de las múltiples manifestaciones del infinito.
Yo nunca fui barco viajero en ese mar, pues me costó mucho soltar amarras.
Fui más bien una extraña embarcación  que zozobraba amarrada fuertemente en la orilla.
Pero eso ahora ya no tiene importancia, ahora que es de por si tarea difícil respirar el aire en su justa medida.

Me gusta la palabra crecer, ese ir en aumento que parece no tener límite.
Me gusta dejarme llevar y escribir, porque siento que al hacerlo modulo mejor el aire que respiro y a veces, escondida entre las manidas palabras noto alguna semilla de crecimiento.
.







































El sol brillaba encendiendo los contornos, sin importar las penas ni las glorias.
Y parecía que el camino se hacía menos áspero al abrigo de sus sesgados  haces luminosos.

Al recrear en su interior los pasajes del amor no podía construir sino lugares de extremada belleza.





domingo, 25 de noviembre de 2018



Y de entre todos mis miedos, surge el chispazo de valentía que me mueve.




No se puede tener miedo a las palabras, ya que con miedo las palabras no se revelan.

No se puede crear ni amar con miedo, el miedo te hace esclavo del pensamiento.



Algunas cosas que nunca te dije

Si algún día quiero volver a ti, regresaré a la casa de los sueños y encontraré en sus límpidos anaqueles algunos preciosos recuerdos de las cosas que nunca te dije. Pues hubo un tiempo en que yo también fui alada, y mi vuelo fue más allá del alcance del pensamiento. 
El humo del incienso impregnará de notas sensuales todos esos paisajes que fueron los más brillantes momentos. Y entenderé que esta soledad que con frecuencia me invade es tan solo un tránsito de desapego.

En la cercanía propiciada por la intimidad, me gustaba imaginarme diminuta mientras escudriño cada rincón de tu rostro y subida en la perfecta curvatura de tus pestañas, atalaya perfecta donde contemplar la luna, respirar el aroma de los sueños cumplidos.

Que nos gusta mirar cada facción y cada rasgo del amado hasta aprendernos de memoria los mapas del territorio de los rostros y de los cuerpos.

En medio de tanto frío, la primavera siempre re-comienza en lo más hondo de la mirada.






domingo, 28 de octubre de 2018




Todo vuelve a renacer y a convertirse en vida conforme el alma se empapa y se va impregnando de brotes de esperanza.

Ser el verde en medio del desierto.



jueves, 4 de octubre de 2018

Relato corto

Habíamos atravesado la capa de nubes y un sol radiante bañaba todo el interior del avión. Sus rayos horadaban los pequeños huecos que hacen las veces de ventanas, proyectando una luz tan matérica que hacía irreal la contemplación de la escena. Entonces,  me sentía como si estuviese dentro de un instrumento musical. Y yo era esa nota o ese acorde atrapado, a la espera de ser despertado por las manos de un virtuoso. Y así, me habría quedado eternamente sin llegar a ninguna parte, presa de mis miedos, aplazando el hecho de aceptar que ya no volvería más a verte, amor.


martes, 2 de octubre de 2018

Cuento: LOS TRES ASTRONAUTAS, de Umberto Eco.



Era una vez la Tierra.

Era una vez Marte.

Estaban muy lejos el uno de la otra, en medio del cielo, y alrededor había millones de planetas y de galaxias.

Los hombres que estaban sobre la Tierra querían llegar a Marte y a los otros planetas; ¡pero estaban tan lejos!

Sin embargo, trataron de conseguirlo. Primero lanzaron satélites que giraban alrededor de la Tierra durante dos días y volvían a bajar.

Después, lanzaron cohetes que daban algunas vueltas alrededor de la Tierra, pero, en vez de volver a bajar, al final escapaban de la atracción terrestre y partían hacia el espacio infinito.

Al principio, pusieron perros en los cohetes: pero los perros no sabían hablar y por la radio del cohete transmitían solo "guau, guau". Y los hombres no entendían qué habían visto y adónde habían llegado.

Por fin, encontraron hombres valientes que quisieron trabajar de astronautas.

El astronauta se llama así porque parte a explorar los astros que están en el espacio infinito, con los planetas, las galaxias y todo lo que hay alrededor.

Los astronautas partían sin saber si podían regresar. Querían conquistar las estrellas, de modo que un día todos pudieran viajar de un planeta a otro, porque la Tierra se había vuelto demasiado chica y los hombres eran cada día más.

Una linda mañana, partieron de la Tierra, de tres lugares distintos, tres cohetes.

En el primero iba un estadounidense que silbaba muy contento una canción de jazz.

En el segundo iba un ruso, que cantaba con voz profunda "Volga, Volga".

En el tercero iba un negro que sonreía feliz con dientes muy blancos sobre la cara negra.

En esa época los habitantes de África, libres por fin, habían probado que como los blancos podían construir, casas, máquinas y, naturalmente, astronaves.

Cada uno de los tres deseaba ser el primero en llegar a Marte: El norteamericano, en realidad, no quería al ruso y el ruso al norteamericano, porque el norteamericano para decir "buenos días" decía How do you do y el ruso decía zdravchmite.

Así, no se entendían y creían que eran diferentes.

Además, ninguno de los dos quería al negro porque tenía un color distinto.

Por eso no se entendían.

Como los tres eran muy valientes, llegaron a Marte casi al mismo tiempo. Descendieron de sus astronaves con el casco y el traje espacial. Y se encontraron con un paisaje maravilloso y extraño: El terreno estaba surcado por largos canales llenos de agua de color verde esmeralda. Había árboles azules y pajaritos nunca vistos, con plumas de rarísimo color.

En el horizonte se veían montañas rojas que despedían misteriosos fulgores.

Los astronautas miraban el paisaje, se miraban entre sí y se mantenían separados, desconfiando el uno del otro.

Cuando llegó la noche se hizo un extraño silencio alrededor. La Tierra brillaba en el cielo como si fuera una estrella lejana.

Los astronautas se sentían tristes y perdidos, y el norteamericano, en medio de la oscuridad, llamó a su mamá.

Dijo: "Mamie".

Y el ruso dijo: "Mama"

Y el negro dijo: "Mbamba"

Pero enseguida entendieron que estaban diciendo lo mismo y que tenían los mismos sentimientos. Entonces se sonrieron, se acercaron, encendieron juntos una linda fogatita, y cada uno cantó las canciones de su país. Con esto recobraron el coraje y, esperando la mañana, aprendieron a conocerse.

Por fin llegó la mañana y hacía mucho frío. De repente, de un bosquecito salió un marciano. ¡Era realmente horrible verlo! Todo verde, tenía dos antenas en lugar de orejas, una trompa y seis brazos.

Los miró y dijo: "grrrrr".

En su idioma quería decir: "¡Madre mía!, ¿Quiénes son estos seres tan horribles?".

Pero los terráqueos no lo entendieron y creyeron que ése era un grito de guerra.

Era tan distinto a ellos que no podían entenderlo y amarlo.

Enseguida se pusieron de acuerdo y se declararon contra él.

Frente a ese monstruo sus pequeñas diferencias desaparecían. ¿Qué importaba que uno tuviera la piel negra y los otros la tuvieran blanca?

Entendieron que los tres eran seres humanos.

El otro no. Era demasiado feo y los terráqueos pensaban que era tan feo que debía ser malo.

Por eso decidieron matarlo con sus desintegradores atómicos.

Pero de repente, en el gran hielo de la mañana, un pajarito marciano, que evidentemente se había escapado del nido, cayó al suelo temblando de frío y de miedo.

Piaba desesperado, más o menos como un pájaro terráqueo. Daba mucha pena. El norteamericano, el ruso y el negro lo miraron y no supieron contener una lágrima de compasión.

Y en ese momento ocurrió un hecho que no esperaban. También el marciano se acercó al pajarito, lo miró, y dejó escapar dos columnas de humo de su trompa. Y los terráqueos, entonces; comprendieron que el marciano estaba llorando. A su modo, como lo hacen los marcianos.

Luego vieron que se inclinaba sobre el pajarito y lo levantaba entre sus seis brazos tratando de darle calor.

El negro que en sus tiempos había sido perseguido por su piel negra sabía cómo eran las cosas. Se volvió hacia sus dos amigos terráqueos:

-¿Entendieron? –dijo-. ¡Creíamos que este monstruo era diferente a nosotros y, en cambio, también él ama los animales, sabe conmoverse, tiene corazón y, sin duda, cerebro también! ¿Todavía creen que tenemos que matarlo?

Se sintieron avergonzados ante esa pregunta.

Los terráqueos ya habían entendido la lección: no es suficiente que dos criaturas sean diferentes para que deban ser enemigas.

Por eso se aproximaron al marciano y le tendieron la mano.

Y él, que tenía seis manos, estrechó de una sola vez las de ellos tres, mientras con las que tenía libres hacía gestos de saludo.

Y señalando con el dedo la Tierra, ahí abajo en el cielo, hizo entender que quería hacer conocer a los demás habitantes y estudiar junto a ellos la forma de fundar una gran república espacial en la que todos estuvieran de acuerdo y se quisieran.

Los terráqueos dijeron que sí muy contentos.

Y para festejar el acontecimiento le ofrecieron un cigarrillo. El marciano muy feliz se lo metió en la nariz y empezó a fumar. Pero ya los terráqueos no se escandalizaban más.

Habían entendido que en la Tierra como en los otros planetas, cada uno tiene sus propias costumbres y que sólo es cuestión de comprenderse entre todos.



FIN

jueves, 27 de septiembre de 2018

Si pudiera dibujar los rasgos que amé,
Si pudiera relatar todo lo que en ti encontré
No dudaría, no dudaría en volver a reír.

Si pudiera ver tu rostro como por primera vez
Si pudiera borrar todo aquello que erré
No dudaría, no dudaría en volver a reír.

Desde mi soledad encuentro muy lejanos
el calor que sentí, el gesto de tus manos.

Que bonito es el sol alumbrando tus pupilas
era ver el mar perfecto paseando por su orilla.

Que plenos los instantes escuchando tus historias,
abandonarme al placer de vivir en tu memoria.

No creas que por mucho intentarlo te he olvidado,
Es sólo que con tu ausencia la medida de mi tiempo se ha terminado.

Ahora mirar el calendario se convierte en agonía
sabiendo que no voy a verte se me derraman los días.

Si pudiera volver y cambiar el pasado
Si pudiera encontrar la suerte de mi lado
No dudaría en decirte lo mucho que te amo.


Sanchica Estrella











lunes, 24 de septiembre de 2018

viernes, 21 de septiembre de 2018

Ramas secas

Los futuros no realizados son sólo ramas del pasado: ramas secas.

"Las ciudades invisibles" (1972)
Italo Calvino





domingo, 16 de septiembre de 2018


Un día soñé que la recompensa del más allá es ser copartícipe en la creación (de mundos) hasta el infinito.



sábado, 8 de septiembre de 2018

Qué bonito era el mar,
cuando amanecía en tus ojos.




Creo que ya lo he contado.
Cuando era pequeña, jugábamos en el cole a flores y a estrellas. Yo quería ser una flor para que me regase Jacinto el jardinero, pero siempre me tocaba estar en lo alto como estrella.

De mayor entendí, que todos tenemos esa doble naturaleza terrenal y celestial, superponiéndose y coexistiendo, todo el rato.

Todos tenemos alguna estrella que nos hace de guía para que no sintamos miedo y frío en medio de la tormenta, o lo sintamos pero lo superamos.

Cada uno se imagina y representa su estrella en la forma que más le resuena dentro.
Hay quien prescinde de toda forma y representación y es algo trascendente y abstracto.

Algunos necesitan una imagen avalada por la colectividad.

Sea como fuere lo importante es no olvidar todas esas cosas que somos a la vez, y vivir en coherencia y tolerancia.




Hoy, en mi pueblo, es el día de la Estrella su patrona.

Aquí dejo su imagen.



Continuar, seguir.



Puede que hoy no sea como hubiera imaginado,
más lo que de veras importa  permanece  aquí a mi lado.

Puede que a veces me olvide de mirar el cielo,
cuando me siento perdida, esclava de mis miedos.
Y no noto su azul, ni una sonrisa.

Siento la caricia, de entre nubes, suave y ligera brisa.

No sé que he de hacer con esta angustia que me viene del pasado
que no me deja respirar ni avanzar hacia otro lado.

Hoy es día de aire nuevo, que arrastra todo lo malo.
Que no entorpezca el momento nada que haya sido,
que aun queda por vivir lo mejor y más sencillo,
un mundo que adormezca con sus actos las palabras.


Sanchica Estrella





jueves, 30 de agosto de 2018

Superposición de estratos de tiempo en un misma geometría

Cerca del mediodía, la mañana se hace bastante cálida, aunque una leve brisa recorre las sombras, delatando las primeras notas fragantes del otoño.

Tomamos la calle Libertad, de camino a la residencia de mayores donde vive mi madre.

Al llegar, nos dirigimos a la "sala de las miradas perdidas" que se encuentra a rebosar. En esta sala cualquier muestra de afecto, necesita su réplica.

La llamo así porque esta estancia está poblada de rostros de mirada perdida,  que parecen buscar  algo en un lugar indeterminado, quizás estén dentro de otra dimensión.

Saludamos con besos a nuestra madre y guiando su carrito, salimos al espacioso porche.

Nos ubicamos en la cara más fresca de la columnata, donde se nota más la brisa.

Al lado, se sienten  dos mujeres conversar. Como lo hacen en un tono elevado, no podemos evitar oír lo que hablan.

Una de las mujeres dice:

- Por la noche no consigo rezar,  pues me quedo dormida

La otra, le contesta:


- Es mejor es no rezar tanto y tener buen genio.

Al escuchar lo del "buen genio" me he transportado a la infancia y al "mal genio" (entre otros) de mi padre.

Ahora, en casa, miro en el diccionario de la RAE el significado de genio. Y dice lo siguiente:

genio
Del lat. genius.

1. m. Índole o condición según la cual obra alguien comúnmente. Es de genio apacible.
2. m. Disposición ocasional del ánimo por la cual este se manifiesta alegre, áspero o desabrido.

Y me parece que ciertamente es buena cosa obrar con buen genio.
Quizás los rezos se pierden como un eco que se disipa en los rincones más perdidos del espacio.

Últimamente voy mucho a visitar a mi madre  y observo, escuchando múltiples conversaciones, que me gusta mucho recuperar expresiones y palabras con la afección de mi tierra, me parece que ese lenguaje es mucho más rico en matices que el  que utilizo ahora.

Poco se habla y se escribe de la vejez, la cara menos amable y , quizás, menos "glamurosa" de la vida.

Es el sueño intermitente, recurrente y profundo, que  llena cada vez más el espacio y el tiempo, ensayo minucioso y general para el que será sueño eterno.

Decía mi abuela Mariana que qué feo es hacerse viejo.

No se refería precisamente a la "fealdad" física, más bien hacía referencia a las enfermedades y limitaciones que con la vejez, a veces, se sufren.

Envejecer semeja una continua  renuncia  de  todo lo que antes había en plenitud y abundancia, sobre todo cuando la juventud campaba a sus anchas en el mundo de la belleza.

Sí, esta etapa de la vida parece una obligada, continuada y acelerada renuncia respecto de todo lo que antes hubo en exuberancia, a la espera de la muerte.

Parece espera en los aledaños del sueño y sueño en los momentos brillantes impregnados de sentimiento y autenticidad.

Pero, por fortuna, en el ánimo de muchos mayores, ante la adversidad se encuentra la semilla siempre fresca de la superación, de saber que se puede escapar uno en un abrazo, en una canción cargada de una nebulosa de recuerdos, en una conversación sobre tiempos remotos, esa parte del yo que pugna por permanecer en una mente cada vez más difusa. En un cuerpo y una mente donde se superponen todos los recuerdos, a veces la mente se nubla y se trastoca el orden (o se difumina y se borra) y donde escribir cosas nuevas es parecido a reducir el espacio a su mínima expresión.

Ella, mi madre, se aferra con tal fuerza a mi mano que a veces llega incluso a hacerme daño, En su rostro, a veces, se encuentra  una expresión como de extrañamiento, de no entender nada; otras veces se encuentra distraída ejecutando alguno de sus involuntarios bucles. Yo intento evadirme, no quiero pensar, porque pensar me conduce a la cara menos amable de toda la situación y la única manera de no pensar es sentir fluir la vida  mano a mano, como si ese gesto fuese la manera de ponerse a salvo de toda esa locura.

Muchos mundos dentro de este mundo,  los que nunca te imaginas que vas a recorrer. Y a los que de manera inevitable terminas llegando.

Este mundo que se abrió ante nosotros hace ya más de dos años, el de la tercera edad o el de la etapa final (para quien llega) de la vida humana, está lleno de muchas pérdidas y limitaciones, pero también de situaciones surrealistas que provocan mucha risa.

Son los besos, las caricias y los abrazos, especialmente cuando no hay palabras para comunicarse o se ha perdido gran parte de la memoria en este último avatar.
Y además, siempre hay alguna palabra cargada de humor o de intención amorosa que no hace falta comprender, pues sus fonemas son solo el medio de transporte de una intencionada emoción que siempre llega.

¿Qué importancia tiene que no recuerdes mi nombre si tomas mi mano y se enciende tu alegría?
O te vas tranquilizando sólo por estar conmigo, con nosotros, si un día te encuentras muy nerviosa y revuelta.
No se si me conoces o me recuerdas, y poco importa, pues se que te hace feliz estar en nuestra compañía.

Quizás lo único importante sea la buena compañía y el buen genio en esta vida.








viernes, 24 de agosto de 2018

Y los sueños te transportan donde jamás alcanza ni alcanzará el pensamiento. Aunque no los recordemos, los sueños son pura vida.

Cada sueño es un maravilloso viaje en el enigmático mundo de la mente.


¡Felices sueños!

jueves, 23 de agosto de 2018

Veo, veo


Cada vidente ve lo que sabe.

Si no existen arquetipos junguianos, cada vidente ve lo que su cultura le ha enseñado.

Umberto Eco



lunes, 20 de agosto de 2018

Orden

“El orden que imagina nuestra mente es como una red, o una escalera, que se construye para llegar hasta algo. Pero después hay que arrojar la escalera, porque se descubre que, aunque haya servido, carecía de sentido.”

Umberto Eco



Cuando me gusta algo,
me gusta sin medida.



sábado, 18 de agosto de 2018

Elucubrando

En el delirio de mi inconsciencia te convertí en el demiurgo de mi día a día.
Al volver a consciente, sólo encontré pájaros de barro que querían volar, pájaros de mirada extraviada como la de un rey solitario y loco.

Toda la inconsistencia que me sugería el mundo (que tomé erróneamente por irreal), se ha ido tornando poco a poco en algo denso y viscoso que me atrapa y paraliza.

Entre fragmentos de sueños rotos, encontré mi origen: un enorme corazón latiendo en armonía.

Y al sentirlo, entendí, que soy con él y formo parte de esa hermosa danza que lo hace crecer y expandirese.

Esto no es que yo lo crea, es que lo creamos muchos, más bien infinitud.

La densidad se hace porosa con cada latido.

El latido que resuena en mi pecho está impregnado del eco de cada uno de los latidos de los seres y de las cosas que me conmueven.

Por eso continuo.










miércoles, 15 de agosto de 2018

Sobre el color blanco

El blanco -que reúne todos los colores- pertenece al hombre. En la casa blanca, el mantel blanco, en la ropa tendida ante el sol, en el humo que asciende en espirales, en el trocito blanco y limpio que asoma en el cuello de los sacerdotes, en los signos blancos pintados sobre el asfalto de las carreteras, en la vela triangular llena de viento, en el blanco de los ojos ajeno al color verde, azul, negro, marrón de la pupila; en el blanco que nace entre los colores ocres en la pintura oscura y humilde de Zurbarán, donde surge como proveniente desde el fondo de las edades, o en el sayal almidonado con el que un día sin más te meten en un pijama de madera,llamado ataúd, para mandarte a la estratosfera. La paz es blanca, como la miga de pan.Y los dientes de los niños y de las chicas son blancos.

Luis Martínez Santa-María

sábado, 11 de agosto de 2018

Todos necesitamos una vía por la que escapar de los miedos y dudas que nos agobian y limitan tanto nuestro cuerpo como nuestra mente, para así poder continuar y mantener nuestra fortaleza.

Siempre hay un lugar donde refugiarse, sólo hay que dejar a la intuición que nos conduzca al mismo. Para entrar en ese lugar de eventual descanso, sólo hay que recordar la clave (que es lo único que hay en este mundo  inmutable y sin contrario).




martes, 7 de agosto de 2018

La niña-mujer

Esta tarde, como la mayoría de las tardes,  acuden las dos al parque.
La abuela acerca la silla de ruedas de su nieta a la zona de los columpios.
La nieta, quizás alimentada en su ánimo por el rato de diversión que sabe le espera, con un gran esfuerzo se pone de pie y salva los pasos que la acercan al asiento del columpio con mucha alegría.

Una vez se sube en el columpio la niña-mujer, su abuela se retira con la silla de ruedas a un banco cercano, que le permite observar a una distancia prudencial a su nieta.

La niña-mujer ahora pertenece al dominio del aire y del cielo. Se impulsa con una gran sonrisa que no se desdibuja en ningún momento de su rostro.

Recordando algo, frena por un instante; se detiene y saca de su pequeño bolso (que lleva colocado en bandolera) un teléfono móvil. Busca la función reproducción de música y a un volumen moderado comienza a sonar la primera canción. Guarda el móvil con la música puesta dentro de su  bolso y ,con más ímpetu si cabe, continua columpiándose a la vez que escucha y canta. Son canciones de verano y así, con los ojos cerrados, cantando y meciéndose al ritmo de la música pasa un rato infinito.
En ese rato de tarde, tarde de vuelo y canto, la niña-mujer olvida las muchas limitaciones a las que le obligan su mente y su  cuerpo. Esos momentos en el columpio, constituyen la grieta por la que se escapa su ser de su condición terrena.

Entonces, su cuerpo,  desafiando la gravedad con ayuda del columpio y explayándose en la música,  se torna liviano.
Entonces, y sólo entonces,  todo está bien volando casi a ras de suelo, bajo la atenta mirada de su abuela.







lunes, 6 de agosto de 2018

viernes, 27 de julio de 2018

La noche

Night is a room
darkened for lovers.

(La noche es una habitación
oscurecida para los amantes)
Willian Carlos Willians





miércoles, 25 de julio de 2018

La luz humana


La luz humana, por Luís Martínez Santa-María

Si el hombre ha nacido para hablar con las estrellas, tal y como decía el gran arquitecto Eladio Dieste, durante el día es la luz la que, como si fuese una mágica escala, le permite dirigirse hacia lo alto. Llevamos al libro, a la carta, al amigo, a la enamorada, al bebé, hacia la luz, al encuentro con un rayo que asciende misteriosamente desde nuestra habitación hasta el cielo. El hombre va hacia la luz porque él se siente luz. Él es también, como el mismo universo, un leño que arde. Es lo que puedo decirte como arquitecto. Que creo antes en la luz del hombre que en la luz de la arquitectura.

Pero la relación del hombre con la luz está lejos de ser un acontecimiento evidente. Si nos imaginamos un interior cualquiera, no es necesario que los hombres rocen el rayo de luz. Es suficiente el ámbito que esa luz produce. Uno se baña de luz en la habitación permaneciendo en la sombra, igual que los niños se bañan en el mar permaneciendo en la orilla mientras realizan castillos de arena junto a sus padres. Me gusta que en nuestra lengua se confunda la luz natural con la luz estructural, la luz natural con ese salto que cualquier construcción realiza al hacer posible el milagro de un techo. Y es que, en verdad, la luz no es tanto la del rayo, ni la de la ventana o la del lucernario, sino la de la claridad del ámbito donde se ha construido un pensamiento: la arquitectura

La luz supone un descentramiento de las habitaciones. El rayo de luz que irrumpe en la atmósfera centrada del Panteón de Roma no cae sobre la baldosa circular de mármol situada justo en el centro de la circunferencia de la planta. El curso de la luz establece un choque impredecible con la armazón ideal del edificio. En las partes tocadas por el rayo de luz se diría que tiene lugar una intersección entre la realidad cósmica, que pertenece a la luz, y el sueño humano, que pertenece a la obra. Y allí, el rayo de luz, al privilegiar un casetón de la cúpula esférica o el humilde tambor de aquella columna, advierte sobre la tendencia, la potencialidad, que todo lugar tiene para llegar a ser un recinto sobre el que se fija un esplendor inesperado, un privilegio. La luz se adelanta así a lo que cualquier ocupación humana, si bien con medios más tortuosos, aspira a conseguir: señalar la trascendencia del lugar donde se desarrolla la vida.







He leído que algunos pintores como Botticelli, para pintar la piel, repartían sobre el lienzo una base previa de color llena de luz. El hecho de ser arquitectos no puede impedirnos recordar que mucho antes que el arquitrabe o el peristilo, antes que la columna o el pódium, antes que cualquier magnífica habitación, fue el cuerpo humano el gran portador de luz. Existe una luz que sale desde dentro del hombre, es el brillo de los ojos, el sonrojo de las mejillas, los sutiles reflejos que se producen en el pelo o en el marfil de los dientes. También es la luz de su integridad física, de su alegría. Presentimos que nos interesan y nos imantan esas antorchas encendidas que reconocemos en los hombres irradiantes. Y yo me atrevo a decir que el deseo que manifestamos continuamente por el otro, por los otros, es deseo de arrebatarles su luz, de que nos inunde su luz. Y creo también que la arquitectura, como arte nacido para ofrecer el mejor sitio posible al misterioso acontecimiento humano, está obligada a ser un eco de la luz que esos hombres verdaderos llevan encendida. Si me permites que construya una imagen te diría que la arquitectura tiene el deber de custodiar ese flamígero que los pintores primitivos representaron encima de las cabezas de las figuras religiosas. Habrá quien piense que exagero, pero no te creas que exagero.
No deseo confundir el sentido figurado de la luz —la luz humana o la luz de la verdad— con la luz como agente físico que hace visible los objetos. Pero me parece que es imposible acercarse a una explicación satisfactoria de la luz sin reconocer, como unos de sus más importantes atributos, su energía metafórica: una capacidad de transfiguración que nos hace confundir permanentemente la luz de los hombres o de las materias con la luz solar. Se trata de una confusión que se asienta sobre intuiciones y convicciones inviolables. Si te fijas, cuando se dibuja el sol por primera vez, generación tras generación, y sin que medie un manual que así lo imponga, se dibuja un rostro sonriente. En la religión cristiana los creyentes se arrodillan cuando el sacerdote alza ante ellos la sagrada forma circular, símbolo intangible del mismo dios solar que sus antecesores adoraron durante siglos. Tantas y tan variadas interpolaciones de la luz en nuestra experiencia no hacen sino aclarar cuánto la luz ha significado y sigue significando para nosotros.

El lugar de la luz, como señala con la belleza de su claroscuro el peristilo del templo clásico, es el umbral. Allí, la manifestación del esplendor de la luz advierte sobre el acontecimiento que supone la aparición, ante un espacio abierto e indefinido, de una primera habitación. Los cuarterones de las puertas rústicas o las terminaciones de las puertas mudéjares revestidas con finas planchas de hojalata, insisten en esta fibra de luz que se concreta alrededor del umbral. Porque en el umbral la luz por primera vez se materializa. Allí por primera vez tienes la sensación de que podrías tocar la luz, de que la luz tiene cuerpo y tiene peso. La luz se ha hecho un cuarterón o una columna. Porque igual que el fuego prende en la madera, la luz prende en el umbral que le concede la arquitectura. Y aun más: en ese umbral tienes la sensación de que la luz te reconoce. Allí confesarías que te sientes orgulloso de una luz que te brinda imágenes profundamente tuyas.

Hay un dibujo de Heinrich Tessenow que me parece que explica muy bien este carácter epifánico que puede llegar a adquirir la luz en los vestíbulos o entreactos. En este apacible interior doméstico, enseguida se advierte que el tirabuzón espacial desarrollado por la escalera constituye la promesa de un segundo interior, de un interior más alto, misterioso y profundo, de un interior que parece que nunca va a tener fin. Y la maravillosa caída de una luz remota ante el mismo arranque de esta escalera, y la blancura que resbala por los taludes artificiales que forman las zancas o el pasamanos y la deriva de una luz multiplicada paso a paso, barrote tras barrote, vuelven a explicar, a quien todavía no estuviese dispuesto a admitirlo, la fabulosa coincidencia entre luz y desocultación, entre toda luz y todo ingreso.

Un arquitecto está obligado a pensar que el sueño de un mineral no es convertirse en una moneda o en un pisapapeles, sino en llegar a formar parte de un edificio. Su sueño es que le toque la luz en un cuarto. La construcción de una habitación alumbra los materiales. No cambia la naturaleza de los materiales, como muchos arquitectos querrían. Lo subterráneo no se vuelve aéreo, lo pesado no se vuelve ligero, lo opaco no se vuelve transparente, lo desconocido no se vuelve conocido, lo barato no se vuelve caro. Lo subterráneo, lo pesado, lo opaco, lo desconocido, lo barato, se iluminan. Cambia el significado de los materiales. Porque la arquitectura, como construcción, no consiste en el apilamiento o exhibición de los materiales, sino en el exquisito camino que se hace necesario emprender para hacerlos visibles y significantes. Cuando era niño recuerdo el poder que de repente cobraba al tener en mi mano una linterna de la que brotaba un haz de luz, un haz que entraba en las entrañas de un atemorizador jardín nocturno que se encontraba junto a mi casa, en Málaga. Recuerdo también el poder que le asignaba a mi padre cuando ponía las luces largas en la carretera. Una obra hace algo parecido: difunde una luz, realiza un rescate, una emancipación inesperada.

Yo creo que en mis obras no hay una preocupación explícita por la luz. He pensado siempre que la luz se produciría, por añadidura, si la obra llegaba a constituir —lo que no siempre se consigue— un sensible y original acto de reflexión sobre el hombre, ese ser luminoso del que te hablaba antes. La luz sería el premio que la arquitectura recibiría. La luz brillaría sobre ella como brilla una medalla de oro sobre un vencedor. A la arquitectura le pertenece la luz porque la arquitectura ha vencido. Porque hacer de la construcción un arte es vencer. Por eso es imposible sobornar a la luz o llamarla a capítulo. La luz no es un sueldo, es un premio. Mira las obras escaparatistas que llenan las publicaciones. Tienen todo, desde luego, pero desconocen esa presión de la luz.

He escrito algunos textos sobre la luz. En el libro Intersecciones me atrevía a contrariar a Le Corbusier. Decía que la arquitectura no era el juego magnifico de los volúmenes bajo la luz, sino que, en un movimiento inverso, era la luz la que salía desde la arquitectura. Imagino que a estas alturas mis improbables lectores habrán perdonado aquel gesto juvenil que se atrevía a contradecir a un arquitecto tan grande. Pero entonces quería insistir en la profunda correspondencia que existe entre el mérito de una obra y el de su capacidad de luz, y en la imposibilidad de distinguir entre la luz entrante que viene del sol y la luz que sale desde cada una de las piedras de una obra de arquitectura. En un libro posterior, El libro de los cuartos, dediqué un capítulo a la luz titulado “El cuarto a oscuras”. Hablaba de algunas habitaciones donde se descubre una luz que no es obvia. Decía que la privación de luz supone para  cualquier hombre un castigo mayor que el que implica la privación de espacio. Lo insoportable de un calabozo se pone de manifiesto no en sus estrictas dimensiones espaciales, sino en la severidad de su ventanuco. También recordaba la palabra cuarto oscuro como una voz radicalmente opuesta al sentido de la casa. Ninguna casa de verdad puede tener un cuarto oscuro. El cuarto oscuro está siempre afuera. Es el afuera.

En la casa podría definirse a la ventana como aquel rectángulo que observa con admiración el redondel del Sol y de la Luna. Podría decirse que la casa es ortogonal porque la luz, en su movimiento y en su complexión, tiende a la esfericidad. Y podría decirse que la casa es inmóvil ante una luz transeúnte para que se cumpla así la vieja ley de las compensaciones simbólicas, la de los intercambios que nos sustentan. La casa, que se convierte en un mundo, no es como el mundo. Casi se le opone. Es como la pizarra plana, sólida y negra sobre la que se escriben en tiza blanca bellas fórmulas de física con caracteres temblorosos. La quietud y oscuridad de la casa —nadie está en su casa con gafas de sol— celebra la dimensión espacial de la luz, celebra el largo viaje realizado por la luz desde el Sol hasta la Tierra. El deleite de la luz nos estremece en medio de lo ordinario del hogar porque sentimos el fondo excepcional que la constituye.

Te diré para finalizar que la luz es sencilla, familiar. Se corre el riesgo de redactar un discurso alambicado sobre ella cuando es contacto, es una invitación directa al silencio, al sueño, como la que ofrece el leño que arde lentamente ante nosotros en una chimenea, el que nos recuerda lo que nosotros también somos. La luz nos hipnotiza. Así se explica el estúpido éxito que vive la televisión en tantos hogares. El hombre, ese ser luminoso, acaba detenido y embelesado, como una polilla, ante esa luz travestida, antes esa fatal trampa de luz. No es ese el camino. Tendríamos que intentar recuperar, con nuestras obras y proyectos, la luz que nos pertenece.

Si el hombre ha nacido para hablar con las estrellas, tal y como decía el gran arquitecto Eladio Dieste, durante el día es la luz la que, como si fuese una mágica escala, le permite dirigirse hacia lo alto. Llevamos al libro, a la carta, al amigo, a la enamorada, al bebé, hacia la luz, al encuentro con un rayo que asciende misteriosamente desde nuestra habitación hasta el cielo. El hombre va hacia la luz porque él se siente luz. Él es también, como el mismo universo, un leño que arde. Es lo que puedo decirte como arquitecto. Que creo antes en la luz del hombre que en la luz de la arquitectura.


Luis Martínez  Santa-María



viernes, 20 de julio de 2018


Somos pasos de puntillas en la impresión de un instante que parece que no acaba.





Foto: Marya May

lunes, 16 de julio de 2018

Superposiciones


Las pinturas rupestres o los frescos romanos de Pompeya o de la Villa de Livia nos muestran como las paredes de las habitaciones han sido ventanas antes que las mismas ventanas y cómo han visto con mucha más perspicacia que ellas.

Fragmento de "Superposiciones"
Luis Martínez Santamaría






Foto: Interior de celda del Convento de San Marcos, en Florencia.
Fresco de Fra Angélico

sábado, 14 de julio de 2018

Fractales


El tiempo no es lineal, ni circular tampoco; el tiempo es una espiral de desarrollo creciente en el espacio.


Volver a ser


Volver al color, a la fusión de sensaciones.








Foto: Ivan Sanz
¿Cómo voy a ser importante para ti, si no lo soy primero para mi?

Me alcanza a envolver la brisa, mientras yo invento mi descanso.

Eres para mi brisa fresca, mientras fuera todo arde.






Foto: Debbie Smith


En ocasiones los sueños se convierten en realidad, sueños que son Vida.







Sensaciones


A veces, se siente más grande la herida que toda la extensa superficie de piel.







A veces, necesito más aire del que pudiera caber en una inspiración, porque me ahogo.

A cada instante la vida nos ofrece la posibilidad de un paraíso en apertura. Cuidemos  bien el mecanismo de entrada libre al mismo y penetremos sin pasado.

Dicen los muros de mi casa que no soportan más lágrimas y que por eso ahora ya no es posible mi llanto.

.


domingo, 8 de julio de 2018

Qué nos salve el arte


Qué nos salve el arte
de lo que no pudo ser
de la distancia que propició el olvido
de las manos vacías y la piel reseca de abandono.

Qué nos lleve a sus confines más prodigiosos
y nos recuerde que alguna vez su luz era  tu nombre.

Qué nos salve el arte
que no haya dolor en la caída
y, por contra,  nos sintamos en lo más alto
aderezados por la suave música de sus palabras.

Qué nos una el arte
que no haya lugar para las despedidas
que el hogar sea, a veces, un acento circunflejo
en el medio del alma.

sábado, 30 de junio de 2018

El alma siempre aflora entre las penas, como agua fresca y cristalina que mana del interior de la piedra.

Es vida que se abre paso a un resquicio de luz de vida. A veces,  así sin esperarlo, ni pensarlo, ni buscarlo brotan unas confidencias bellísimas.

Yo no soy todas esas palabras que puedan llegar a decirse de mi, sino esa apertura hacia lo infinito que se crea de ti a mi o de mi a ti en un momento dado.
Y esa apertura es  amor universal que nos recorre como el praná del que se alimenta el espíritu y que se individualiza en cada ser sin ser necesario decir su nombre.
Y hablamos mucho de todas esas capas que nos envuelven y nos entretenemos mucho con todas esas cosas que no somos, pero estamos deseando siempre hallar la fisura en la que se derrama la verdad.

martes, 19 de junio de 2018

Ya no más



Y no te siento

Ya no me duele

Ya no estás dentro

Ya no me muero

Y necesito inventar otra forma de medir el tiempo, ahora que sólo hay ausencia

Y voy a escapar de los restos que quedaron  de tu dulce tormento.


Extraña calma deja tu vuelo.

Y aunque contigo sueño,
ya no hay anhelos.


lunes, 18 de junio de 2018

Mientras observo al afilador

A veces imagino por un instante que no te has ido y el tiempo se detiene. A veces imagino por un instante, mientras observo al afilador. Mientras observo al afilador, que sin descansar pule lentamente las líneas de mi mano, las líneas de mi frente.

Manolo García


sábado, 9 de junio de 2018


Cuando el mar furioso era su mirada,
 mi amor fue su sitio más profundo.




(Ahogado grito en la soledad de mi silencio)

Yo siento que así es.

Llega el momento y sucede, sin más.

¿Por qué me has abandonado, amor?


De cuando el mar furioso era su mirada


Yo sé bien que  volveremos a reunirnos.
Al verte, sentiré como se  ha borrado el deseo de tus labios en mis labios.
Entonces, así mirando tus ojos de mar, intentando recordar, sabré que ha acontecido el olvido, en mi gran amor, mi dulce obsesión. 

Más no habré de penar más,
pues siempre volveré para encontrarte,
en otras vidas,
en otros ojos,
en otros mundos de aguas tranquilas
aún no soñados.



domingo, 27 de mayo de 2018

A veces hay pensamientos fantasmas que adquieren la consistencia de pompas de jabón frente al amor.




El amor es el difumino del pensamiento y, a la vez, el amor es la "pasta asciutta" del pensamiento.






Elucubrando

Algo parecido al auto perdón, empieza a discurrir por mis venas.
Como es algo nuevo, es una sensación que no sé identificar muy bien.
Hay muchas cosas que se están soltando para hacer posible el desarrollo de lo que realmente soy.

Las dentelladas del miedo y de la ansiedad, parece que se calman un poco con la nueva sensación de perdón y merecer. No me gusta demasiado la palabra merecer (que parece implicar un juicio). Mejor perdón y permitirse ser.

Cuando estoy nerviosa y tengo ganas de salirme de mis pensamientos, me gusta leer frases y fragmentos de Umberto Eco, siempre encuentro algo de provecho en él. Hay cosas en él que me conmueven, pues se encuentran de alguna manera en mi interior y me parece cosa de magia.

Leo:
El amor florece en la expectativa. La expectativa da un paseo a través de los amplios campos de tiempo hacia la oportunidad.

Y por primera vez entiendo que no todas las frases tienen imagen.

Sólo se me ocurre un concepto con el que asociar esta frase. el concepto de "vasto".

El amor florece en la expectativa es de una contundencia y belleza inigualables.
Más no pretendía yo hacer análisis de estas frases y, por tanto, aquí dejo la intentona.

Y en raras ocasiones, en ese amplio pasear, la oportunidad surge, se detecta y se aprovecha. Y algo parecido a la felicidad pauta las notas de ese tempo.






Abierto por reformas

Cuando vives cultivando esperanzas imposibles, ya eres un perdedor. Y cuando te das cuenta, te hundes.

Umberto Eco




...cuando reflotas, sabes lo hundido que has estado y cuesta mucho volver al lugar de los sueños, ni tan siquiera un poquito con los ojos cerrados.

Pero la vida se teje en torno a espacios vacíos, oquedades cargadas de potencial posibilitador de casi todo, allí donde se concreta la irrealidad del momento. No hay hilo que no defina en su recorrido la vida historiada de un vacío interrumpido por su presencia. O conectado, según se mire.

Los sueños, aunque sean un casi imperceptible goteo, vuelven a generar los cimientos de la vida que son las ilusiones.

La vida crea incesantemente oportunidades. Las oportunidades se aprecian cuando la mente está fluida y ágil y no necesita aferrarse a nadie ni a nada.

A veces, repetimos inconscientemente un patrón de dolor por miedo a crear una nueva vida sin su pesada carga y así en bucle, se crea una conducta que no lleva a nada bueno. Miedo a ser feliz, creo que es eso de lo que se trata.

Voy a volver a mi fantasía, esa fiel amiga que pone bellísimas alas al curso de las horas.

Y todas esas cosas que por un motivo u otro no tienen continuidad en el tiempo lejos de ser lastre son algunos puntales sobre los que se construye el momento de ahora.

A veces hay que perder mucho para poder ser.
Aunque desde fuera no lo pareciera, es todavía más lo ganado que lo dado por perdido, aunque  ello suponga recomponer hasta el último rincón de mi alma.










El sabio no es aquel que discrimina, es el que combina los jirones de luz cualquiera sea su procedencia.

Umberto Eco






miércoles, 23 de mayo de 2018

Un libro no acabará con la guerra ni podrá alimentar a cien personas, pero puede alimentar las mentes y, a veces, cambiarlas.


Paul Auster


Foto: Francois David