Un suave murmullo.
Difusos soplos de nubes,
atrapan la gravedad del instante.
Silencio.
Su cobijo es la nacarada penumbra.
Sus delicados matices se despliegan. Mansamente.
Sus pequeñas manos recorren mi rostro, sonrojado por la fiebre.
Sus besos en la frente, me curan.
Silencio.
Se crece con más silencios.
No hay preguntas.
No hay puertas cerradas.
El camino es a campo abierto.
Instantes.
Sólo existe el dulce calor que une nuestros pechos.
Él conoce mejor mi interior mejor que yo misma.
Disfrutamos juntos. Estudiando, leyendo. De vez en cuando diseccionando los conceptos.
Silencio.
Mi cuerpo se llena de la voz de su presencia.
Más veloz que la luz del viento, aprende el mundo.
Ese que no existe hasta que no lo crea el conocimiento.
Su cabeza en mi pecho.
Olor a mi hijo.
A animalillo del bosque. A vida.
Mis labios entre su pelo.
Perfecto silencio.
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