El arquero es hombre de un único ciclo en la tierra.
Sólo le acompañan su arco primigenio, en el que se apoya. Las flechas las moldea adecuándolas a los paisajes del camino.
Su arco se perfecciona en su devenir. Tomando una curvatura que se va haciendo cada vez más recia y profunda. Alcanza el refinamiento necesario para que llegado el momento final, con la tensión y fuerza adecuadas, proyecte al arquero y lo eleve más allá de las estrellas.
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