Los besos no duermen.
Se encuentran siempre prestos a entregarse. Habitan el delicado borde de los labios.
Su desorbitado vuelo es la compañía preferida de los dioses.
Los besos siembran a los seres y los conducen más allá de la ternura.
De repetición insistente, para sentir lo más largo posible ese instante, cuando apenas se agota.
Son el dulce fruto que madura lento, de tu boca a mi boca, convirtiéndose en la fragua del universo entero,
Los besos son sonido de cascabeles. Chispitas precipitadas de la alegre algarabía de los niños.
Los besos no descansan.
Se encuentran enredados entre tu pelo. Mezclados con tu olor a piel, ámbar y sal.
Son el estallido irrefrenable cuando miro en tus ojos que me piensan.
Son el estremecimiento que precipita el deseo más loco.
Los besos nunca se agotan.
Son el preludio de un hermoso acto irrepetible.
Más esto no son más que palabras.
Y los besos son el néctar divino.
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