Más allá de las delicadas extensiones de la piel, de los ojos silentes cuando interpretan, del imperio del cuerpo y de los sentidos.
Más allá de este acá, sin necesidad de fronteras ni divisiones. Sin prisa y sin tregua, existe un gigante llamado hombre.
Se encuentra siempre en el punto exacto donde se detiene.
A veces, es sólo la trayectoria que avanza inexorable al encuentro con la gloria. Muy lejos de este mundo.
Con la ingravidez alada del que edifica, a base de bien, el templo de su pensamiento.
Derribando muros. Horadando lucernarios para generar afluentes en la trayectoria de la luz.
Devastando y levantando una y mil veces la misma piedra, si es necesario, hasta alcanzar su lugar en el orden trazado.
Desechando lo que no tiene cabida.
Construyendo el símbolo de lo que se es.
Perfeccionando la obra con el objeto de convertir la memoria de lo importante en un precioso tesoro.
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