Se enciende un fogonazo, a la vista de una estructura de luz ausente.
Y cae, como una piel invisible, la cáscara reseca del pasado.
Entornando un poquito los ojos, comprendes que también eres fuente dorada.
Levantando, apenas, la esquinita de un velo, se manifiestan la plenitud y la constancia.
Un firme comienzo en las estancias de la calma.
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