domingo, 8 de noviembre de 2015

Memento mori

El arquero se escabulle, sigiloso, entre la fronda del oloroso bosque.
Va en busca del blanco manto del lento invierno.
Es ingrávido, en su cuerpo. No deja tras de si nada, ningún indicio que delate su presencia. El orden se mantiene. Todo está como tiene que estar. Todo sigue como tiene que ser.
No siempre fue así.
Para llegar a ser arquero ha transcurrido toda una vida de objetivos fallidos.
El arquero ya no celebra los aciertos. Agradece la oportunidad de poder construirlos. Y continuar.
El arquero no mira al calendario. No hay más que dos fechas importantes, que mantiene en su memoria.
El día que nace su hijo.
El día que renace el arquero.
El día se aproxima.
El arquero se inquieta.

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