No hay saber sentido que no palíe tormento.
Ni conocer mundano que llevado al extremo del absurdo, no provoque la risa.
Cuantos corazones siempre encendidos, dando lumbre por los siglos de los siglos.
Por cada sonrisa que dibujas en un rostro, tan sólo por eso, mereció la pena.
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