Somos demasiados para que la voz del terror pueda acallar la conciencia del mundo.
Los latidos suenan a tránsito.
Por momentos, se diluye el color de las cosas, su sabor y su tacto.
Y aun con todo este espanto, se puede respirar. El miedo se huele.
Continuar. Con la absoluta certeza de que la verdadera esencia permanece.
Somos millones de seres con luz propia.
Brillar a cada instante. No dejar de hacerlo nunca.
Mientras te sostengan los pies. Mientras te puedan llevar un pasito más adelante.
Sin temor.
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