martes, 17 de noviembre de 2015

Poco antes de las nueve

Con impaciencia, miraba correr las agujas en el enorme reloj de la cocina.
Cada año, me recordaba, que todos mis hermanos nacieron al amanecer, excepto yo.
Así, transcurría lentamente el día, con las felicitaciones de casi todos.
La persona que me dio la vida, lo hacía sólo en el momento exacto.
Minutos antes de las veintiún horas.
Entonces, me daba besos y me tiraba de las orejas.

Ahora, ya no se acuerda de nada. Pero yo si. Y sigo aguardando el momento, que es de ella. Para siempre.


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