¿No puedes curar una mente enferma, arrancar de su memoria una pena arraigada, borrar las angustias grabadas en el cerebro y, con algún dulce antídoto de olvido, limpiar el pecho oprimido de las materias peligrosas que pesan sobre el corazón?".
Extraído de "Macbeth", de William Shakespeare.
Dice mi hermana que ayer leyó esto y le recordó a mi.
Cuando me lo ha enseñado, no he entendido muy bien porque me decía esto.
No se trata de entender nada. Ella, mi hermana, mi madre, sabe que todavía queda en mi un no sé qué de tristeza.
Ni yo misma sé si llegará a desaparecer del todo.
Nunca lo había sentido así, pero ella es la verdadera alma de la familia. Ve siempre más allá de todas las superficies.
Con ella hago muchos de los paseos al cementerio, cuando no hay nadie, ni flores, solo vamos a ver los gatitos y los pobres pájaros que tiene encerrados el enterrador.
Y compartimos nuestra decepción de este invento de vida con los que ya no pueden decepcionarnos.
No he leído Macbeth. Puede ser una buena oportunidad para hacerlo.
Mientras no arrecien las nieblas y los hielos, seguiremos yendo, por el camino de la Puebla, al cementerio.
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