Poco a poco, la sangre iba encendiendo las despobladas zonas del alma.
Una pequeña respiración, esa tenue inspiración, contestaba lo incontestable.
Y así, lo pequeño se confundía con la grandeza del horizonte. Un horizonte que se superpone como una pantalla a otro. Horizontes que se recorren en cualquier sentido y lugar con un solo pensamiento.
Encontrarme, en un leve aleteo, el centro de tu presencia.
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