Tu rostro atraviesa el tiempo manteniendo intacta toda su
hermosura.
Siento tu alma, que a mí se abre y se esponja, como la tierra en fina lluvia.
Veo tus manos, generando la arquitectura de lo verosímil. Es un impulso de fuerza, de tu gran cuerpo
transformándose y completándose, generando todas las potencias.
Con los ojos entornados, abandonarse al momento de tu
presencia.
Mientras, el sol, en
su día, yace entre gruesas sábanas.
Enciendo alto la candela. Ahora. Con la punta de los dedos.
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