No se cansaba de repetirnos que la belleza es el resplandor
de la verdad.
Nos decía que no dibujásemos una sola línea mientras no tuviésemos
claro cómo iba a ser nuestro proyecto.
Debíamos saber esperar. Interiorizar el lugar. Pensar los
espacios a la vez que el sistema o la manera con la que íbamos a construirlos. Nos incitaba a leer, a que viésemos todo lo necesario para entender.
Después, todo surgía.
Fue un maestro duro, como todo buen maestro.
Cuando hacía
una crítica te subía a los cielos, para acto seguido, de un palo seco bajarte al
mundo terrenal, dónde se construye con la materia.
Y al ver nuestra cara de perplejidad, reía con una
estruendosa y cavernosa carcajada.
Era un hombre muy grande, imponente.
Debí hacerle caso en su momento. Y pensar mucho, antes de hacer.
Más si algo tiene un
maestro es que sus enseñanzas perduran. Siempre.
Una de esas tardes en las que encendidos de ilusión,
aprendíamos, en clase, cogió la cámara de una compañera y me hizo unas fotos. Ni
me di cuenta. Lo supe días más tarde cuando ella me las dio reveladas.
Aquella fue la última vez que lo vi.
Esta foto me ha acompañado en los diferentes lugares que he
vivido, desde hace ya demasiados años. Para mi tiene un valor sentimental
grande. Me recuerda una etapa de mi vida en la que todo era duro, pero
auténtico.
No puedo dejar de ver la foto sin pensar que ese futuro al
que miraba esa joven chica, es este momento en el que ahora me encuentro.
Mucho tiempo después, demasiado, me encuentro comenzando
esta nueva oportunidad que me da la vida y que me doy.
Durante todos estos meses, desde mi separación y de mi paulatina recuperación,
he vivido momentos muy duros, sensaciones y situaciones inexplicables para mí.
No se trata sólo de separarte de una persona, con la que la
relación estaba muerta desde hacía mucho tiempo, ni de cambiar de casa, de vida. Que ya es.
Ha sido un exhaustivo análisis en el que lo que parecía una
mezcla heterogénea de vivencias, ha ido cobrando su orden. Mi mente, no estaba
en orden. Llevaba mucho tiempo sin estarlo. Ahora empieza a estarlo, un
poquito.
Estoy pensando que ha llegado la hora de guardar la foto de
esa chica que subyace en algún lugar de mi ser.
La fuerza de la vida es la construcción de momentos que se
sustentan sobre la verdad de otros momentos.
Todo lo que es auténtico te hace
invulnerable.
Había una vez, tiempo atrás, una niña aun más pequeñita que vio por primera
vez los bisontes de Altamira, las pinturas rupestres y empezó a elaborar su
cuaderno de arte, porque ahí estaba su esencia.
Durante este tiempo, pudiera parecer que he dicho muchas
cosas.
En realidad, sólo he comenzado a hablar.
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