Esta mañana me he sorprendido observada por una mujer que me
miraba desde el otro lado del espejo. Con sus claros ojos y sus rubias
pestañas.
El caso es que se parece a mí bastante, pensé. Tiene una extraña belleza, muy similar a la
mía que se despliega de una manera análoga a como me pienso. Se desvanece y se concentra.
Cuanto más me fijo en los límites imprecisos de su anatomía, que tanto tiene de
la mía, más raro me parece este invento de artificio.
Es extraña, esta sensación de aquí, de sólo poderse ver por
partes.
Ese objetivo ,que es el iris, con su niña enfocándose a sí
misma, en un dudoso abrir y cerrarse de confusión.
Si pudiésemos ver nuestro verdadero rostro, más allá de la
imagen que la luz del sol proyecta sobre todo, entenderíamos que somos la posibilidad
de ser cualquier cosa. De aquello que se ve con la caricia del amor de una
mirada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario