miércoles, 21 de octubre de 2015

Modos propios

Si pienso en cosas de otros, en otras historias como espectador, me desplazo en la causa de mi ser. Me alejo de la tendencia natural hacia la gracia. Pero, ahora, no voy a dispersarme más.

Es difícil mantenerse en constante crecimiento . Mucho.

Es nuestro origen y nuestro fin hacernos grandes en lo propio, para llegar a todas partes. Pero se consigue.

Todo apego a ideas impropias, a objetos de dudosa utilidad, a personas que nos quieren como ellos, es un quedarse en el reducto de lo pequeño.  

Si se miran bien los pies,  se aprecian sus raíces.  Y sus alas.

Veo en los niños. ¿Por qué?.  Apenas aprenden sus primeras palabras, son un continuo interrogante. Pregunta tras pregunta van creando su universo particular. Generan  lo que les define.

Cada  respuesta  dada debería de ser la oportunidad para reaprender  cada concepto. Se debería definir bien la respuesta, con  propiedad. Los conceptos son los ladrillos que van a configurar los orígenes de su pensamiento. Y la garantía de la solidez del propio.

Los niños nacen ávidos de conocer. Son muy curiosos. No tienen miedo, per se. Y entregan todo su amor sin condiciones.

Pero sobretodo, los niños saben.

Historias propias.

Ayer mi hermana estaba cocinando en compañía de nuestra sobrina, Alicia de dos años. Y le preguntó, con ironía: ¿Alicia, tú no cocinas?. Y la niña le contestó: No. No llego.

Eso es tener las cosas claras.
Llegar, ya llegará.
Lo más importante es saber donde se está.

 E ir construyendo. Bien. El resto.

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