Te presiento.
En mi respiración que cambia y el fuerte ritmo de mis latidos.
Siento cada uno de los rasgos, que de mi emanan, recorriendo tus serenas hechuras.
Eres de belleza primigenia, despojada.
Nos moldeamos en la materia de los cuerpos, que se perfeccionan con las caricias.
Construyendo, de nuevo, cada palmo de la piel.
A través de los momentos, en que se es todo.
Generando el halo invisible que trasciende. Más allá.
Liberando el espíritu, el genio creador.
Vertiéndonos en las obras.
Para que, quizás, otros, al contemplarlas recuerden.
Vean a través de la oquedad luminosa que liberan.
Y recuerden, que también ellos fueron inmortales.
Y así encuentren el camino de vuelta al hogar.
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