domingo, 4 de octubre de 2015

Intersecciones

Eligió un sitio al azar. Y se acomodó dentro.
A esas horas, el vagón del tren estaba casi desierto.
Gustaba mirar el reflejo de los seres y de las cosas en el vidrio que hacía las veces de portaequipaje, sobre los asientos. En él, se gestaba un mundo al revés, lleno de cabezas con pensamientos, escotes y otras ocultas perspectivas.
Entonces, en ese plano irreal, la vio. De cabeza. Sus cabellos, refulgentes.
Dormía, con el rostro pegado a la ventanilla y el cuerpo en una exasperante contorsión.
No esperaba que fuese tan pronto: había pasado toda una eternidad.
Más allí estaba ella, habitando el mundo de los sueños.
Estuvo largo rato, observando. Sentimientos en eclosión.
Reacción en cadena.
Hacia la mitad del trayecto se acercó a donde estaba. Se sentó en el vacío asiento de al lado. Y, sin más, esperó.
Cerró los ojos, como ella, para así poder entrar en su sueño. Se envolvió en su aroma.
Ella, lo presintió. Abrió los ojos. Lo más que pudo. Muy despacito, casi en un dibujo de los labios:
- ¿Hemos llegado ya,..., al Cielo?

Y ese momento fue una total sonrisa.

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