jueves, 23 de marzo de 2017

No hay flores sin estrellas

Nieva.
Son bríos de nubes nuevas que quieren probar y prueban su metamórfica fuerza, desplegando con furia toda su belleza.
Los niños salen de las aulas corriendo, como cada mañana.
Y sorprendidos por el bullicio de tan abundantes copos revoltosos, envueltos en una discontinua albura, detienen sus pasos mientras elevan sus rostros al cielo.
Se va prendiendo en ellos la alegría, como a través de una corriente invisible que proclama el inicio de una gran fiesta.
Muchos de los niños elevan las manos al cielo, intentando asir pequeños copos. Otros, abren la boca y sacan la lengua para gustar la nieve. Y me siento niña en ellos. Y me da risa, pues parece que comulgan estrellas sagradas de agua de cielo.





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