martes, 21 de marzo de 2017

Agua

Encontraba un raro placer en salir fuera y pasear entre las nubes de la más densa niebla.

Camino despacio sin más referente que mis pies y la parte de mis piernas que soy capaz de ver, a la par que ando. Así, voy atravesando ,sin más objeto que el deleite, su materia.
Me siento envuelta por sus partículas mágicas. Éstas, al engullirte en su matriz, otorgan infinitas posibilidades a tus deseos. Te conviertes justo en aquello que quieres ser, alejada de todo condicionante y referente.

El alborotado praná del cielo se suma a su vapor difuminando los instantes.
Es la bruma el sitio de la más extraña ingravidez, el triunfo del agua sobre las luces y las sombras, el denso velo de un elemento que, al ocultar la luz directa del sol, todo lo iguala. Es el lugar donde se pierden los puntos de fuga de las perspectivas.

La mente es continuo transitar, no se detiene un solo instante.  A veces muta, en su manera de componer, de una manera abrupta. Cuando ocurre esto,  lo que un instante anterior era tomado como referente vital, se percibe como algo algodonoso y poroso. En ese estadio, apenas se atisba un pensamiento, sin poder terminarse la secuencia de su crecimiento se desmorona, hasta que cae sin llegar a conformar idea alguna, sin consistencia ni voluntad de permanencia.
Es como intentar andar con paso firme en redes flotantes de grandes luces.

Otras veces, las nubes del cielo se explayan dentro del cerebro. Su presencia invasora, distorsiona la percepción y la capacidad de relación; te hacen percibir como fragmentos lo que antes parecía ser continuo y con coherencia.
Es estar sin estar. Es desear dejar de estar así.
Es entender que no va a quedar nada en pie de lo que antes considerabas te sostenía.
Sabes que ya no puedes continuar más así. Se trata de ser el creador de tu vida.
En este estado nebuloso, andas por las calles y no sabes encontrar el sentido de los pasos: flotas.
Las sensaciones y lo que has aprendido hasta entonces son como una engañosa construcción difusa de irrealidad, de angustioso ensueño.
La combustión de tu yo primitivo te atrapa.
Aunque no sabes salir y no encuentras el descanso, decides no vivir más presa del miedo. Y es difícil, pues el miedo es mentiroso y astuto y se disfraza de cualquier cosa para atraparte. Y no existe: solo es pensamiento.

Navegaba entre algunos jirones de niebla que aún se aposentaban en mi mente.
Con inspirada pericia me dirigía hacia sus zonas más densas y frías.
Escarbaba un poco y enseguida afloraban algunos recuerdos que, escondidos en un pretendido olvido, se habían quedado aprisionados en la memoria con el interruptor del dolor en posición de encendido permanente.

Identifico esos recuerdos porque al salir fuera, al volcarse al plano consciente, se manifiestan en forma de importante caudal de lágrimas sin control. Quizás son todas esas lágrimas que no fueron expresadas en su momento.
El dolor y los sentimientos enquistados, terminan por descubrirse entre los estratos de datos que constituyen la memoria. Al suceder esto, se explayan hasta desarrollar su plena expresión.

Poco a poco, en cada milímetro que se amplia mi capacidad torácica al inspirar, al irse liberando mi ánimo de tan ingrata carga,  comprendo que estoy experimentando la misma sensación que se interrumpió, que se cortó, más en otro tiempo y espacio; se están reproduciendo las mismas emociones y sentimientos que pensaba se habían disipado en el olvido. No es posible el olvido voluntario, pues convierte en eterno justo aquello que deseas pase pronto.

Agua mensajera.
Desde lo más hondo de las entrañas comienza a precipitar, ascendiendo hasta los ojos.
Gota a gota, genera una compleja síntesis que hace mutar la química del alma entera.
Intuyo que, la única manera posible de integrar lo que soy, pasa por dejar que el dolor me atraviese por completo, para conseguir que no ocupe ningún intersticio del interior.

En la vorágine de la  tempestad, el rayo perfora toda la bóveda celeste conduciendo hasta la tierra su pesada carga. Es estruendosa majestuosidad.
Una vez que la electricidad equilibra su carga, se alcanza la ansiada calma.
Así es como se manifiestan los más graves sentimientos. 

Diseccionaba enquistados sentimientos  y  comenzaba a comprender la compleja anatomía de mi ser. Es una manera extraña de exorcizar el dolor. El hecho es que, ahora mismo, no conozco otra.

Es dejar que la luz interna se derrame en los polvorientos y descuidados anaqueles de la memoria.
Y descubrir que sólo tú eres quien puede establecer el orden preciso en cada situación para que la claridad permanezca.

Y al llegar a los fragmentos dispersos de la memoria, entiendo que no soy eso.

Que todas las lágrimas, que ni siquiera me pertenecen, no son más que lágrimas en la lluvia.














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