martes, 2 de febrero de 2016

Dos del dos

Contemplo la desolación nocturna de los tentáculos de la ciudad.
Sin el descanso de los colores y vuelos del cielo.
Descubro, en cada rincón de este espacio el olor acre. Se agrava mi malestar.
En ocasiones yo también siento esa fealdad que nos sitia. Pero no sé detenerme demasiado en esa sensación. Bueno, en realidad no quiero.
Basta un pequeño fogonazo de sentido. Entonces, entiendo que simplemente es desánimo. Distorsionador desánimo.
Estoy cansada.
Hoy, sólo quiero perderme en las páginas del libro que tengo en mi regazo. Convertirme en cada uno de sus personajes.
¿Acaso no es la vida cada una de las voces que cuentan el detalle de su historia?
¿No somos cada voz, mientras la escuchamos e interiorizamos?
¿No somos también lo que inventamos y recreamos?
Pensamos mucho en el adentro.
Y sin embargo, nos conocemos cuando fagocitamos lo que está fuera de nosotros. Hasta incorporarlo a la esencia.
En la combinatoria de lo posible, somos una mezcla irrepetible de curiosidad y atención.
Sumergirse.
Para emerger, renacidos.
Vamos.

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