El sol regala su tibieza al despuntar la mañana. En un lento paseo se funde en la piel. Se perpetua ingrávido junto una miríada de trinos.
La calle desierta se colma de su luz densa. A su avance se disipa la penumbra de las dudas.
Amanecen perezosos muros cargados de silencio. Sedimentos de la algarabía y alegría de los niños que ahora descansan.
Hoy duermen sin prisas, mientras su estrella les guarda. Arropados con caricias aéreas de brisa, preludio de la solana.
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