Leo con relativa frecuencia ¿reflexiones?, ¿definiciones?, ¿aproximaciones? sobre lo que es el madurar en el ser humano.
Madurar es una palabra curiosa. Inmediatamente se la asocia con el dulce sabor de los frutos que ofrece la tierra en la naturaleza, toda vez que se encuentran en su momento de mayor exquisitez.
Tras muchas de esas palabras: algunas escritas por manos viejas, otras por manos de mediana edad, se presiente en sus líneas, que proceden de personas ni tan siquiera han florecido aun. Entonces, de los frutos y de su madurez... En fin: manías mías.
Por otra parte, veo a diario, siento y me alegran la existencia niños que han florecido todas las estaciones del mundo y dado, a cambio de nada, todos los frutos del Edén.
Quiero entender, que los tiros del madurar ese, al que se refieren, deben de ir por aquello "del ser", "de encontrarse a uno mismo". No sé. Pues, ¿acaso no se es todo el rato?
¿Acaso no son bien diferentes los acordes, las notas y los silencios de la melodía de toda una vida?
Algo así me pasa con la palabra "conformarse". También es, para mi, de significado trasladable, por hartazgo. En este caso, porque es una de las palabras que más me han endilgado mis padres de pequeña.
- Pues te tendrás que conformar, decían una y mil veces.
Era escuchar el "te tendrás", y me entraba una rabia tremenda, pues ya sabía el conformarse que vendría después: a joderse (con perdón), vaya.
Y sin embargo, con el devenir de los acontecimientos, concluyo que llevaban razón. Y es por lo que les voy a hacer caso. Voy a ser literal y me voy a conformar: a darme forma.
Y en ello estoy. Como si fuese la arcilla primigenia. Es un proceso manual que se acompasa con el moldeamiento de la mente. Con un poquito, basta. Es decir, se trata de un proceso de restauración. En mi caso particular de quitar mucho sobrante. Cuanto menos, mejor. Un chupito, que diría Coppini.
Sin necesidad de enumerar conceptos (cada cual es libre de elegir lo que guste) lo mejor de la vida produce placer, deleite y felicidad. Pero lo más importante es que anula el miedo.
Lo mejor de la vida, ese manjar de manjares, depende exclusivamente de la mente. Es un estado interior que se crea.
A veces, nos seguimos empeñando en aferrarnos a cosas, ideas y seres que pueden perderse. Y el apego genera miedo. Miedo a la pérdida. Esa es la condición del ser humano. Su constante pugna interior por vivir sin miedo.
Quizás, sin miedo, nos convertiríamos en dioses.
Demiurgos creadores. Lo que se crea conscientemente no se pierde, tan sólo se genera y regenera.
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