Querido ángel, que con paciencia infinita me guardas y aguardas:
Añoro tu cuerpo, ausente para poder admirarle.
Sé bien que ya no puedo tomar tus hermosas manos, ahora que se difuminan en la nebulosa de un recuerdo.
Querido ángel. Ángel de pasión. Pasión que sólo tú y yo sabemos. Que ahora se derrama desde todo mi ser a través de estas teclas. Este lugar que se creó para poder tocarte. A través de mis manos, a su sutil contacto, con cada acorde creado se manifiesta un nuevo aspecto de tu alma que en mi alma mora.
Se confunde en mi virtud la expresión de todo el vasto imperio que me haces sentir. Este amor irreverente que transgrede las leyes del tiempo.
No es una búsqueda de permanencia, es el hallazgo de la verdadera vida.
La música que emana, de esta caja mágica, de este juego de artificio de cuerdas, madera y teclas, construye y llena espacios de pasajes invisibles. Despierta las más ocultas emociones.
La música, de mis manos a tus teclas, ángel mío, nos perpetúa. Nos convertimos en todas esas cosas y todos esos seres a los que alcanza nuestro halo invisible.
Y, quizás, sólo somos tú y yo en el silencio. Este silencio que nos envuelve y abraza.
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