jueves, 10 de diciembre de 2015

¿Superficialmente profundo o profundamente superficial?

Tuve un profesor de geometría descriptiva, muy duro él.
Cuando a principio de curso, del año en que tripitimos un compañero y yo, nos vio volver a cursar la asignatura de nuevo con él, nos dijo:
-¿Son ustedes masoquistas?
Mi compañero le contestó:
- Pues nos hemos juntado tres buenos: un sádico y dos masoquistas.

Como no podía ser de otra manera, terminamos aquel triángulo imposible, ese mismo curso,  y aprobamos ya de una vez.

Hubo más sádicos que daban clase. Bueno, o lo que fueran.

Uno de ellos impartía análisis de formas. Nos hacía pintar acuarelas de edificios, dibujadas previamente con escuadra y cartabón con un 7H, en el papel de acuarela. Tan afilado que partía la hoja y apenas se veía. ¡Era terrible!. Era un resultado tan previsible.

Supongo, que por aquello de compensar la realidad con los deseos, empecé a pintar acuarelas libres, manchas de color.

Me disponía a pintar un poco esta mañana, cuando he leído algo así como que ¿quién juzga lo que es superficial y lo que es profundo? (Un hombre educado)

El caso es que la respuesta es inherente a la pregunta.

Pero como el cerebro hace lo que quiere, me he empezado a acordar de estas cosas que no se exactamente que tienen que ver entre sí.

He recordado, una anécdota (otra) que ocurrió hace algún verano.

Adoro el agua, en todas sus formas. Y bañarme. Y nadar, aunque no tenga soltura.
Como soy consciente de mis muchas limitaciones al respecto, no tengo confianza en mi nado y menos aun, en los cursos de agua naturales.

Estábamos, ese día de verano, un grupo de personas en un pequeña laguna, en Ruidera. Es más o menos cerrada en su contorno, salvo en un extremo que tiene un pequeño salto que comunica con un riachuelo.

Nunca había estado antes en esa lagunita, por lo que no conocía el terreno.

Ahí nadaba yo. Mirando el cielo, los árboles, en la gloria, vaya.

De repente, noto que me arrastra la corriente y me lleva al otro lado de la pequeña cascada.
Me agobio en exceso y pido ayuda, Veo, con estupor, que nadie se inmuta.
Así estoy un interminable rato, dando torpes brazadas y se me acerca un señor, a nado, todo serio y me dice:
- Señora, haga el favor y póngase de pie.

Me pongo de pie, salgo y los presentes, partiéndose de risa.

Dicen que la ignorancia es muy atrevida. Añado, que la ignorancia también es muy miedosa.
Como soy un imán para las situaciones absurdas, diré que aunque fui objeto de burla toda la jornada, no me cambió un ápice el gran gusto que le tengo al agua.

Todo esto venía, creo, por lo de superficial y lo profundo. Si, pues me he acordado del día que creía que me iba a ahogar en un abismo y estaba a medio metro de agua.

Y así, mientras estas cosas recordaba, mis manos pensaban y pintaban.

¡Me gusta tanto el agua!





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