En los paisajes abstractos que genera la mente y que pueblan los más nobles conceptos, eres tú quien crea la escala, el ritmo y la cualidad de los límites. Si es que decides que los haya.
Había una vez una historia que se contaba, por momentos.
A cada instante se convertía en otra historia.
En su lectura y en su escritura.
Y sin embargo, en ocasiones, ocurría que las palabras se llenaban de su ánima. Y vaciaban todo su contenido.
Sólo entonces, muchos se entendían.
Era eso el conocimiento.
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