miércoles, 23 de diciembre de 2015

R. López

Estiro las sábanas, de esta cama ajena.
Mientras, vuelvo al tiempo.
Como tantas cosas, ella me enseñó a hacer bien las camas.
Podía pasarme horas, hasta que lo conseguía. Gran parte del tiempo, lo invertía en bailar. Con las sábanas haciendo ondas. Como si fuesen el mar.
Ella siempre decía que no importa el tiempo invertido en hacer las cosas. Que lo importante es hacerlas bien.
Bien hechas, el tiempo, deja de tener importancia.
Estiro esta cama. En esta ciudad a la que ya no pertenezco. De la que me urge marcharme. Ahora mismo. Y no puedo.
Vuelve a mi cabeza la última conversación con ella. Hace apenas tres días.
Sacó del bolsillo de su Rebeca un pedacito de papel. Con su nombre escrito. Completo: me dijo. Siempre firmaba con la inicial. Ahora lo hago completo. Estaba muy orgullosa.
Y estaba bien hecha, la letra. Claro.
Marcos, al verlo, se puso muy contento.
Nos despedimos. Con muchos besos.
Ahora, ella lucha por seguir viviendo.
Dicen, que es probable que no pueda volver a hablar.
Yo sé que nunca se sabe.

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