No sé por qué se habla de olvido. Nada se olvida, todo está ahí en alguna parte indeterminada del cerebro.
Y creemé: es así.
Prueba a resetearte y reestructurarte. Si no mueres en el intento: voilà! Tout pour vous!.
Disfrútelo.
No. No quiero olvidar. Quiero vivir con mis recuerdos. Aceptando todas esas cosas que me han ido configurando como soy. Cada recuerdo libre de valoraciones. Eso es lo difícil.
Ese decir de empezar de cero, de espacios en blanco. ¿Acaso existe tal cosa?.
Es sólo territorio de las metáforas.
Nadie ni nada comienza de cero. Ni siquiera cuando se nace. Y ni falta que hace.
La ley natural no escatima en medios: venimos llenos de información.
A veces pienso que somos programación. Y si, visto así abruma. El caso es que entra algo parecido a un escalofrío.
En alguna parte de ese espacio común mental, ahí, estás tú. Sintiendo, imaginando, soñando, creando y obrando. Haciendo todo de manera que puede ser. Y es. Esa singularidad que atraviesa todo, ese espacio indeterminado transversal que todo lo engarza. Y yo, puede que sea la singularidad de ahí, al lado. A veces, nos encontramos. Pero no te engañes: nunca nos quedamos. No existe el quedarse de aquí, así como tampoco existe el olvidarse de allá.
Amamos, entonces, somos. Como una matrioska, nos albergamos en un dentro de otro dentro. Y llega un estadio en que no se sabe en cual afuera o adentro estás exactamente. Estaría por afirmar, que con frecuencia, las posiciones se intercambian. Aunque las posiciones, como las matrioscas sólo son conceptos topológicos.
Algo así representa el orden interno que se genera. En tu ser cuando amas mi ser. En mi ser cuando amo tu ser.
Y no se elige. Ocurre. es la ley.
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