Hablé sin medida.
Sin razones.
Sin meditaciones.
En un hiperbólico pensamiento que se sustentaba en la oquedad de la nada.
Hablé. Tanto.
Y callé.
Lo importante.
Lo que soy.
Puede que sea otra vida. O la que queda cuando atraviesas por entero el espacio y el tiempo. Cuando mueres. Y renaces.
Los cuadernos de notas esparcidos por doquier, llenos de todas esas cosas que no te dije, se convirtieron en mi memoria. Mi memoria hecha añicos.
Y se fueron llenando una a una sus páginas en blanco, hasta no quedar ninguno vacío y terminado.
Y poco a poco vuelve el orden natural de las cosas.
Y las palabras me siguen sorprendiendo.
A veces llegan a través del mundo acuático de los colores. O de los sueños.
Y palabra a palabra, besaré en ti, las manos que crean la belleza.
Una vez.
Otra vez.
Siempre.
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