Avergonzada, cogí el examen. Cero con cinco. De regalo. Fue hace más de veinticinco años. Así me siento ahora. Recomenzando desde ese extraordinario regalo que es el cero con cinco.
No fue una huida. Ni siquiera una decisión que yo tomase "a priori". Los acontecimientos llevaron a las decisiones.
Llevaba más de diez días sin dormir. Nada. Demasiados hasta para mi. Vivía en una especie de delirio.
Era una tarde cualesquiera. Como cualquier otra en la que llegaba a casa tras recoger del colegio a mi hijo. Sólo que esa tarde era diferente a todas las demás. A partir de entonces, nada es igual.
Llegaron sin previo aviso, alarmados por mis incoherencias en mis conversaciones.
Esperaban, esa tarde, a la entrada de la que entonces era mi casa. Cuando nos vieron llegar y vieron mi cara, más próxima a la imagen de un cadáver que a la de su hermana, se pusieron a llorar.
Recogieron algunas de mis cosas y de mi
hijo. Me trajeron a mi pueblo a recuperar me.
Han sido meses extraños. Mi cuerpo y mi mente habían colapsado. Entonces, no sabía que el continuo desprecio y su consentimiento pueden acabar con una vida. Y el amor verdadero, comenzar una nueva.
He pintado un poco, a lo largo de mis días, no sin muchas discontinuidades.
Hace mucho, me surgió pintar esto:
Entonces, no comprendía, no sabía que era lo que me impulsaba a coger un pincel y recuperar la ilusión en los colores y el agua.
No lo he sabido hasta hace poco. Volví a pintar, hace unos meses.
Así, entendí, y ahora soy consciente de que estoy enamorada de ti desde hace mucho tiempo.
Demasiado racional, decía siempre. Y es incierto. Ni siquiera es eso.
Cuando me mudé a la que ahora es mi casa, coloqué en mi cuarto estos dos cuadros, uno al lado del otro:
Son mi versión particular del paraíso y el infierno.
El infierno, representa la parte racional cuando ésta lleva a mal pensar y a maldecir las cosas.
No así los dulces razonamientos que te llevan a encontrar el límite de una serie hipergeométrica, la flecha máxima de una compleja estructura o el ritmo de los pasos al andar cuando eres feliz.
Me refiero a ese infierno que genera el miedo.
El paraíso, eres tú.
Si, ya sé, el tiempo se acaba.
Y, a veces, no queda mas remedio que aceptar que hay quienes ya no tienen más para ti.
El día que no huí, encontré un viejo reloj parado como yo estaba en ese momento
Cuando me recuperé un poco, lo hice funcionar, como a mi misma.
Más, sólo me lo quedé unos días. No lo soportaba.
Me deshice de él.
He decidido ser.
Fuera del tiempo.
Fuera del espacio.
Cero con cinco.
Una y cuarto.
Sólo son números en relación a una base.
La que tú quieras.
He decidido vivir.
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