Llueve. Con suavidad exquisita.
Se despliega el olor a acacias, a sándalo, a higueras y a la tierra de heno mojada.
Arrecia. La plata del olivo se mueve convulsa. Todo carece de sombras. Es el momento de la luz plana, que tiñe todo de un aspecto de irrealidad.
Las algodonosas nubes, en su descarga, se han convertido en un hermoso cielo perlado. En él, pensaba en ti. En hallar los recorridos de tus sinuosas palabras.
En este tiempo de música del silencio, de ausencias, de fugaces presencias.
Impregnar de nuevo el alma, con toda la belleza e inteligencia que la vida quiso otorgar.
Mi gran familia, la luz, y en ti, todo el amor.
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