En un plano amarillo de 7,5 cm por 7,5 cm, yo te pedía coordenadas. Con las de un sólo punto me bastaba para encontrar el lugar.
A veces, dibujaba en ese pequeño espacio, un árbol, una columna, un pequeño paisaje imaginario.
Tú, me devolvías la coordenada y mi dibujo al que habías añadido tu dibujo.
Tus motivos solían ser áridas piedras, calaveritas y cruces.
Dibujas bien, pensaba. Quizás, incluso te lo decía, no lo recuerdo.
Más tarde te pregunté o soñé porqué dibujabas esas cosas.
Me contestaste que tú sólo terminabas el dibujo.
Claro. Justo ese y no otro dibujo.
Y así con el siguiente.
Más la muerte no es el final, ¿no?
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