jueves, 8 de septiembre de 2016

Imperfectas son mis lágrimas

Son mis imperfecciones lo que me hace estar íntimamente ligada a la cadena de la vida.
Lo que me hace plena, irrepetible y única.
Con dudas, con inseguridades. Con aciertos. Con fracasos...
¿Y qué se yo?
¿Y qué sabemos, al fin y al cabo?
Y que importancia tiene, cuando ya no quieres ser importante para nadie.

Me gusta ser como soy. Metida en un cuerpo qué siempre se me antojó algo así como un ente extraño. Y que con el devenir del tiempo aprecias como un inestimable tesoro para un viaje irrepetible.

Me gusta sentir el hilo invisible que todo lo hilvana y cose.
Y saber que soy una partícula que le da continuidad y sentido.

Me gustan esas manos que sin conocerme me acarician con amor. Toman mi mentón y me acarician notando mis ganas de cariño. Me gusta saber, por fin,  que es eso lo que inspiro.
Recibir abrazos meridionales cuando más falta me hacen. De quien menos te lo esperas.

Uno de los mayores placeres del mundo es la complicidad que te inspira alguien con quien te ríes a carcajadas al inventar otro mundo parodia de lo absurdo de la existencia, de la tontería que subyace lo convencional. Reírse a carcajadas, hasta no poder más.

No necesito espejos, pues comprendo que cualquier sitio amable es un buen lugar para aprender, para mirarse. Así, sobre la marcha. Así, justo ahora mismito.

Y cuando me voy de ti. No huyo. Nunca sentí que me persiguiese nadie de quien huir. Ni nada a lo que no haya sabido enfrentarme.

Sin menos. Sin más.
Soy yo quien dejo. Si me voy. Y no derramo ni una sola lágrima por los lugares a los que sé que no volveré.
¿Para qué?
¿Acaso son un consuelo los recuerdos si sólo existe el ahora?

Los recuerdos son sólo sentimientos en desfase. Un entretenimiento para el arte.

Son otros los no motivos por los que lloro.
Por ser mejor y porque erré. Es por eso, que a veces lloro. No. Es por eso por lo que más lloro.

Lloro por la belleza que desborda mi alma.
Al sentir éxtasis que ocupa todo el espacio de mi espíritu.

Y si te tú vas no lloro, no. Tampoco lloro.

Me gusta ver volar las preciosas alas hechas de viento. Esas que son tuyas tan grandes como tu ser.

¡Dejar que corran libres en el aire los deseos y los sentimientos!

Es la perfección una idea divina.

Y yo sólo soy una mujer.
Mortal.

Invencible en el agua. En ese mar de lágrimas que por ti no lloro.


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