Paramos un momento, de estas paradas espontáneas que requiere la conversación cuando se quiere subrayar algo. Así, parados, Marcos se me quedó mirando y me dijo:
- Mamá te noto distinta...
No medió tiempo a preguntarle que era eso que notaba distinto en mi, pues de inmediato añadió:
- Te veo feliz
Es la primera vez que me han dicho eso en la vida. Y es lo más hermoso, si cabe, viniendo de los labios de mi hijo.
Quizás la maravilla, el prodigio, que encierran dentro las emociones y los sentimientos, es que al liberarse, al soltarse, son indescriptibles con palabras, son irrepetibles enteramente. Por fortuna.
Después, continuamos caminando. Y añadió:
- Mamá. He estado pensando estos días y he decidido que quiero que aprendamos a pintar y a dibujar juntos. Con lápices, con rotuladores, con acuarelas, con todo lo que se nos ocurra.
Algunos momentos de la existencia son entrañables. Si, porque se quedan bien dentro de ahí, de las vísceras, de las entrañas.
Al llegar a casa, soltamos la maleta y los trastos y bailamos.
Era, también, la primera vez que bailamos en pareja.
Recordé, después, que siempre lo había hecho con él en mis brazos.
Llevaba demasiado tiempo sin bailar con él.
Sin compartir la vida juntos como un lugar amable.
Fotografía: Dina Belenko
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