Un buen día, los niños interiores abandonaron el adentro.
Se pusieron de acuerdo para tomar las soleadas calles en jovial paseo.
Dispersaron sus juegos y algarabía por doquiera que marchaban, dispuestos a reinventar cada cosa a su camino, desde el potencial de su curiosidad insaciable.
Y así es como el mundo se convertía en un lugar más amable.
Un lugar más hermoso.
Un sitio mejor.
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