Con la torrá que está cayendo, yo me he puesto a buen
recaudo.
La que en otra hora fuera princesa de Escandinavia, se ha
metido en el cajón tercero del congelador.
No frost.
Me mantengo fresca, tersa, acompañada (al lado de la bolsa
de guisantes y la de ensaladilla rusa).
Calla, que sólo de pensarlo da gloria.
Además, estoy alcanzando la verdadera felicidad: a la hora
de la siesta mi nevera me cuenta un cuento. O dos. O tres. Depende. No hay fin.
¿O sí?
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