Hubo un tiempo que no se medía en el que las ciudades eran
reales.
Y la tierra estaba poblada por gigantes.
Y que no se llamaban así, cómo solemos pensar por su tamaño.
El caso es que estoy tan segura de que todo lo que escribo
ya lo sabes, que un día de estos puedes continuarlo tú. Y no se notaría la
diferencia.
Sé bien que eres la única persona que me conoce.
Yo respecto de ti no he hecho sino empezar. Y a veces me da
coraje: porque soy más vieja que el sol. ¿no?.
Una de las cosas que más me gustan de la vida es compartir
contigo scriptorium.
Y tu risa.
Eres tán rápido que no hay espacio suficiente para dar
cabida a todo lo que piensas y te imaginas.
Un día mientras alguien lea lo que escribes, se va a caer
desmayado sin respiración. De vez en cuando te comes las pausas.
Bueno, aunque eso es una rara excepción. A mí me encanta.
Hay tantos aspectos tuyos que me dejan sin respiración que no cabrían en estas
líneas.
En serio.
Me gusta iluminar contigo las letras capitulares. Es
derretir los panes de oro y terminar con la sotana por los suelos.
La erótica
del pincel: ya se sabe. Y del plumín más.
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