A veces te sientes en la cuerda floja.
Bajas y caes en la cuenta: ibas andando por un bordillo de dos metros a quince centímetros del suelo.
No sabes si reír o llorar.
Mejor ríes.
Cuando estuviste en el trapecio y caíste, sólo hubo un pensamiento: ¡qué sea lo que d__s quiera!.
Ocurrió. Más, continúas.
El alféizar se hace más profundo y extenso. La mirada puesta a ras de cubierta, quizás un poquito más arriba.
Y en calma. Calando de oxígeno tu plenitud.
Volver al origen. Y desde allí a cualquier lugar dónde con amor seas llamado.
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