martes, 10 de mayo de 2016

Veloces bordes nubosos para un claro

La atalaya está vacía. Sin el suave temblor recorriendo el cuerpo, de tus improvisados besos.
Llegar. La génesis de un momento intenso donde, quizás, quedarse.
¡Tan efímero es lo terreno!

La atalaya quedó vacía. Y llegó esta lluvia que no cesa.
Tras ella se oculta el secreto del color y la llama del ocaso de esta Mancha.

Se empapa el suelo, sediento de fecundo maná.
Y vuelve a su superficie la gozosa esperanza.
Tapiz de caricias acuáticas, alegre edén de mil flores.

Calman la sed rocosa, cauces de fuentes eternas. Con esta lluvia, que hoy no cesa.

Más siempre vuelve el dulce claro dorado, en el que la fuerza de la luz se confunde con tu nombre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario