En un lugar del mundo, hay alguien construyendo un refugio. Lo levanta sobre recios muros, sellados por siete cámaras, cuyo cierre y apertura sólo son posibles desde dentro.
En un lugar del mundo, cercano a ese otro lugar de tan sólido blindaje, alguien toca el violín, podría decirse que más que tocarlo a él se entrega.
Y la música, que no sabe de fronteras, todo lo llena.
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